Conmemora hoy la Ciudad de León la noche de pasión sufrida por el noble pellejero Genaro, muerto en día de Viernes Santo en la Carretera de los Cubos, cuando evacuaba aguas menores, por el primer camión de la basura que tuvo el Ayuntamiento.
La vida y obras de Genaro fueron de tal ejemplo para la ciudadanía de León y la raza humana en general que cuatro apóstoles decidieron, desde el año siguiente a tan triste óbito, 1930, honrar su memoria imperecedera con un vía crucis que recordara la ignota pasión de sus últimas horas, transcurridas entre la salida de la tasca del tío Perrito, allá por donde las Carbajalas, camino de la Plaza del Grano, hasta el cubo tercero, frente a casa de la Moncha, de profesión prostituta, piadosa Verónica que cubrió el sangrante rostro con papel de periódico.
Lleva la Cofradía el Santo Entierro desde la Calle de la Sal hasta el sitio de la pasión y muerte del Santo Padre, donde el Hermano Colocador, con grave riesgo de su vida, máxime si ha oficiado con el licor litúrgico, escala cinco metros de la muralla, para depositar un pan, un queso, una naranja y una botella de orujo, únicos alimentos, que junto al conejo, base de su industria, sustentaron el frugal cuerpo del Maestro.
"Que fuiste sobrio en comidas
y que no probaste el agua
por creer que el agua sólo
es buena para las ranas"
Una larga procesión de fieles sigue a los evangelistas degustando oloroso orujo y cumpliendo escrupulosamente con las estaciones. De "la Calle de la Sal, calle de los treinta pasos, ni uno menos ni uno más", según reza el romance, se avanza junto a las tapias del Seminario hasta la plaza de la Catedral, que también es alabada poéticamente; a continuación los cofrades, arrodillados, sin perder de vista las botellas de santo licor, solicitan la clemencia de Genaro hacia el culpable de su muerte.
"Perdona, Genaro al camión
perdona, Genaro, perdónalo, Señor.
No estés eternamente enojado,
no estés eternamente enojado,
perdónalo, Señor".
Define Julio Llamazares, esforzado y nunca bien pagado cronista, el romance que se recita en la cuarta estación como encíclica, por cuanto en él se encierran tanto la vida del Santo Padre Genaro como los milagros acaecidos en el año. La primera versión narra el doloroso deceso:
"La muerte que a ti te dio
el camión de la limpieza
es preciso relatarla
para que el mundo la sepa
que la culpa no fue tuya
que ibas por tu derecha
comprando y vendiendo pieles
de liebres y de conejas"
Durante veintisiete años fue creciendo la ferviente masa de fieles, hasta que el Gobernador Civil prohibió la procesión, aguijoneado por miembros de la religión oficial, que en su marcha se vieron inferiores en número. Aún en las catacumbas mantuvieron los evangelistas la fe y la esperanza en el Santo Padre; fenecieron algunos de ellos sin la alegría de la restauración, hasta que una esquela de autor anónimo, a finales de los años setenta, recuperó la piadosa tradición.
Desde entonces cada Jueves Santo vuelve a correr el orujo por las calles de León, a mayor gloria del benéfico Padre Genaro, y desde allí se proclaman los eternos y etéreos valores que deben mantener feliz a la Humanidad:
"¡Que lo sepa todo el mundo!
¡que lo sepa el mundo entero!
Que este hombre, aunque gallofo,
fue también un hombre bueno
y está a la diestra del Padre,
ayuda en la puerta a Pedro,
bebiendo ese fuerte orujo
que le suben cuando llegan
los muertos de Cacabelos,
que es mucho mejor que el vodka
con ser el vodka tan bueno.
Este humilde pecador que os escribe, aún cuando en momentos de debilidad llega a beber agua, zumos y otros líquidos innombrables, ha prometido difundir la vida y milagros de Nuestro Santo Padre Genaro el Pellejero a partir de una visita a la ciudad en enero de 2010, para inaugurar los fastos y celebraciones habidos para conmemorar el Mil y Ciento Aniversario del Reyno de León.
La vida y obras de Genaro fueron de tal ejemplo para la ciudadanía de León y la raza humana en general que cuatro apóstoles decidieron, desde el año siguiente a tan triste óbito, 1930, honrar su memoria imperecedera con un vía crucis que recordara la ignota pasión de sus últimas horas, transcurridas entre la salida de la tasca del tío Perrito, allá por donde las Carbajalas, camino de la Plaza del Grano, hasta el cubo tercero, frente a casa de la Moncha, de profesión prostituta, piadosa Verónica que cubrió el sangrante rostro con papel de periódico.
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Carretera de los Cubos |
"Que fuiste sobrio en comidas
y que no probaste el agua
por creer que el agua sólo
es buena para las ranas"
Una larga procesión de fieles sigue a los evangelistas degustando oloroso orujo y cumpliendo escrupulosamente con las estaciones. De "la Calle de la Sal, calle de los treinta pasos, ni uno menos ni uno más", según reza el romance, se avanza junto a las tapias del Seminario hasta la plaza de la Catedral, que también es alabada poéticamente; a continuación los cofrades, arrodillados, sin perder de vista las botellas de santo licor, solicitan la clemencia de Genaro hacia el culpable de su muerte.
"Perdona, Genaro al camión
perdona, Genaro, perdónalo, Señor.
No estés eternamente enojado,
no estés eternamente enojado,
perdónalo, Señor".
Define Julio Llamazares, esforzado y nunca bien pagado cronista, el romance que se recita en la cuarta estación como encíclica, por cuanto en él se encierran tanto la vida del Santo Padre Genaro como los milagros acaecidos en el año. La primera versión narra el doloroso deceso:
"La muerte que a ti te dio
el camión de la limpieza
es preciso relatarla
para que el mundo la sepa
que la culpa no fue tuya
que ibas por tu derecha
comprando y vendiendo pieles
de liebres y de conejas"
Durante veintisiete años fue creciendo la ferviente masa de fieles, hasta que el Gobernador Civil prohibió la procesión, aguijoneado por miembros de la religión oficial, que en su marcha se vieron inferiores en número. Aún en las catacumbas mantuvieron los evangelistas la fe y la esperanza en el Santo Padre; fenecieron algunos de ellos sin la alegría de la restauración, hasta que una esquela de autor anónimo, a finales de los años setenta, recuperó la piadosa tradición.
Desde entonces cada Jueves Santo vuelve a correr el orujo por las calles de León, a mayor gloria del benéfico Padre Genaro, y desde allí se proclaman los eternos y etéreos valores que deben mantener feliz a la Humanidad:
"¡Que lo sepa todo el mundo!
¡que lo sepa el mundo entero!
Que este hombre, aunque gallofo,
fue también un hombre bueno
y está a la diestra del Padre,
ayuda en la puerta a Pedro,
bebiendo ese fuerte orujo
que le suben cuando llegan
los muertos de Cacabelos,
que es mucho mejor que el vodka
con ser el vodka tan bueno.
Este humilde pecador que os escribe, aún cuando en momentos de debilidad llega a beber agua, zumos y otros líquidos innombrables, ha prometido difundir la vida y milagros de Nuestro Santo Padre Genaro el Pellejero a partir de una visita a la ciudad en enero de 2010, para inaugurar los fastos y celebraciones habidos para conmemorar el Mil y Ciento Aniversario del Reyno de León.
Al infierno irás, por hereje. Yo de momento te llevo a CaraLibro, a ver si difundimos la palabra.
ResponderEliminarJa ja ja!, no tenía ni idea...he tenido que ir a Google para asegurarme que no te lo habías inventado....es genial!!
ResponderEliminar¡Mujeres de poca fe!
ResponderEliminarPara la próxima semana, si la autoridad lo permite y el tiempo no lo impide, prometo ampliar datos sobre la vida y milagros de Genarín, habida cuenta de la buena acogida que ha tenido su mensaje.