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La fantasma de La Rebaldana

 



Se ha clausurado en el Pozo Santa Bárbara de Turón la instalación Speculum, una reinterpretación en vídeo de El Jardín de las delicias de El Bosco que ha realizado Smack, un trío de artistas de los Países Bajos; un trabajo de imaginación sobre el tríptico, ya obra de fantasía en sí, de su compatriota Jheronimus Bosch.

El marco de la expo no podía ser más interesante; el Pozo Santa Bárbara está protegido como Bien de Interés Cultural desde octubre de 2009, para evitar más pérdida en la arqueología industrial asturiana, y el Ayuntamiento de Mieres ha decidido dotarle, con éxito, como centro de cultural. Por otra parte, tiene una leyenda que lo enmarca en un mundo de fantasías.

La primera concesión hullera en esta zona fue la Mina de la Rebaldana, en 1884 (1). El nombre se debe al lugar donde se ubicaba, llamado por la toponimia oficial Rabaldana. Se profundizó el pozo en 1913 por la Sociedad Hullera de Turón; durante decenios ha avanzado de boca a oreja, sobre todo entre las gentes de la minería, una leyenda de miedo.

De La Fantasma de La Rebaldana contaban que era una figura con aspecto de varón que con la cabeza bajo el brazo se aparecía a los trabajadores que se dirigían a la mina. Era premonición de accidente mortal. En un mundo dado a leyendas espectrales, como La Güestia o El Carro de la Muerte, el mito era admitido como algo cotidiano; tanto como la altísima siniestralidad en las empresas mineras, con un índice insoportable de muertes y lesiones gravísimas.

Fue diluyéndose la creencia, si bien resucitaba en años particularmente dolorosos. Ernesto Burgos cita al veterano Amadeo Gancedo como el periodista que volvió a escribir sobre “la fantasma” en 1988. Regresó el tema a las conversaciones de chigre, y llegó la cosa a tal extremo que incluso iniciado el siglo XXI acudió a la zona el equipo de Iker Jiménez, especialista televisivo en cuentos de misterio. Era 2007 y la aparición debería andar en decadencia; en ese mismo año se cerró el Pozu Figaredo, que también tiene historias de fantasmas. De los de carne y hueso.

Figaredo está un poco más abajo, también en la entonces floreciente cuenca hullera del Turón. La concesión de su explotación fue a Vicente Fernández Blasco en 1867. Su hijo, Inocencio Fernández de la Vega, alcanza tanto poder económico que llega a desviar el curso del río para aumentar la operatividad de la explotación. Pero no se recuerda tanto este acto, como la fantasmada de cambiarse el apellido. Ya con una cuenta corriente importante no era presentable apellidarse Fernández, como todo el mundo; trocó el nombre de familia por el topónimo y desde entonces son los Figaredo.

Los beneficios del carbón los sacaron de la cuenca minera hasta la costa, dejaron el chalet del pueblo para construir un palacete en Somió, la zona de concentración de capitalistas de la hulla en Gijón, con magníficas vistas a la ciudad y su mar. Como los tiempos ya no son los mismos, se alquila en ocasiones para bodas y banquetes.

De ese tronco es el vástago José María Figaredo y Álvarez-Sala, diputado por el partido color verde guardia civil, que también hace gala de una imaginación desbordante. En su primera campaña electoral fue capaz de afirmar a un diario “que conocía un árabe con cuatro mujeres que vivía a costa de las ayudas oficiales”. En un acto contra la presencia de asilados africanos en Sotrondio llegó a decir que “consumían todas las ayudas mientras aquí cerca, en el Hospital Valle del Nalón, los familiares de los enfermos tienen que llevar de casa la ropa de cama”. De paso, demostrando la exquisita educación que recibió con los jesuitas, obsequió con una peineta a quienes nos habíamos concentrado a favor de los acogidos.

El Edén

Podría quizá, si lo hubiera conocido, representarlo Jheronimus en su Infierno: por lo que se ve tampoco sabían de sus fantasmadas los de Smack en su reinterpretación del óleo. Se muestra la representación moderna del tríptico en tres pantallas gigantes. Primero el Edén, jardín ameno; es controlado por cámaras a modo de ojos. La tecnología en ayuda del Jehová omnímodo.

El Paraíso

El Paraíso es ambiente de disfrute, con un papa alegre y bailarín, un río donde lo mismo se nada que se puede caminar sobre sus aguas; cuenta con presencias como Mickey Mouse o Bob Esponja, y tiene un carrusel donde los jinetes disfrutan sobre caballitos que giran alrededor de un símbolo fálico, delante del cual se exhiben señoras en actitudes insinuantes.

Todos sus habitantes pueden consumir cuanto apetezcan, cuentan para ello con un árbol que da chocolatinas, refrescos, patatas fritas o helados; todo ello de prestigiosas marcas multinacionales. Esta alimentación genera unos curiosos seres, felices en su obesidad, cuya epidermis acredita que están nutridos por tan célebres productos.

Feliz habitante del Paraíso
Ahora bien, es necesario controlar el comportamiento de tan bienaventurada población; no faltan, por ende, las antenas parabólicas, un micrófono como arma de fuego e innumerables cámaras/ojos. El cielo cuenta con algunos pájaros fantásticos, está plagado a la par de drones y satélites vigilantes.

Torturado por smart mobiles
El Infierno es temible, como corresponde. El Sumo Sacerdote con el Libro en una mano y la maza de juez en la otra va repartiendo penas. Los más son embarcados en el Leteo, camino fluvial hacia el fuego eterno. Los menos comunes sufren tormentos más específicos: Hay un crucificado, otro en un cepo, de ellos en una noria que permanentemente los sumerge en aguas fecales; pero esto no dejan de ser castigos clásicos, son peores los modernos.

Condenado ante la pantalla por los siglos de los siglos

Un cerdo se revuelca por el suelo, como es su hábito, pero no puede disfrutar porque está vestido de traje y corbata. Otro ciudadano es acosado permanentemente por un enjambre de móviles, -smart, se supone-, que no le dejan vivir; y, en el colmo de la crueldad, otro caballero está amarrado delante de una pantalla, convexa para mayor superficie, sin que puede dejar de mirarla por la eternidad.

Indecentes controles, insoportables castigos; y dicen los artistas de Smack que así vivimos.

 

(1) Más datos en www.elvalledeturon.net 








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