Por
alguna parte andará el tarjetón mediante el que Don Vicente Alberto Álvarez
Areces, entonces presidente del Principado de Asturias, me invitaba a asistir a
la colocación de la primera piedra de la esperada obra del soterramiento de las
vías del Ferrocarril de Langreo. Fue pasando el tiempo y se me olvidó la fecha,
hube de buscarla en la hemeroteca, 16 noviembre 2009.
El
domingo 8 de junio de 2025 tuvo lugar otro acto oficial, con asistencia de
notables variopintos; a pesar de los años transcurridos no ha sido, ni mucho
menos, la colocación de la última piedra, sino la recuperación de un servicio
ferroviario largo tiempo cerrado.
Prensa,
radio y televisión; en la pugna de declaraciones, el primer edil langreano nos
demostró que en dos años que lleva de profesional político parece que solamente
se le ha pegado lo malo de sus colegas: la falta de respeto hacia quienes
critican su actuación.
El
Señor Don Roberto García, alcalde de Langreo por la gracia de dios, no tiene en
cuenta la antigua y sabia reflexión de que la causa de muchas desavenencias y
conflictos es la destemplanza de la lengua.
Transcribo
literalmente sus declaraciones: “Después de 16 años, al fin se ha terminado la
obra. Los coros de plañideras, los profetas del desastre y los pájaros de mal
agüero ya es hora de que callen y que nos dejen trabajar…”
Ha
perdido su uso social la figura de las plañideras. Se trataba de señoras
llamadas y pagadas para llorar en los entierros. O sea, mercenarias del llanto,
que abundaban en los sepelios de quienes tenían posibles. De profetas entiende
más el Sr. García que nosotros, y en agüeros no debería de creer, por su
formación.
Vamos
a lo que pide. ¿Quiere trabajo? Abondo tiene; pese a lo que afirmó, la obra no
está acabada, ni con mucho. Otro orador mencionó la Seguridad; empecemos por lo
básico: como se puede ver en la foto que abre el artículo, no hay paso de
peatones para acceder a la nueva estación de La Felguera, aun cuando lleva años
construida. La calle Francisco Ferrer es una casi recta de 600 metros por la
que los coches no circulan a 30 por hora; solamente dispone de dos pasos, uno en
cada punta, que se pintaron “con carácter provisional” hace dieciséis años.
Ya
tiene tarea: Dé orden a la Policía Local, cuya dirección personal se asignó al
inicio del mandato, de que defina el lugar de cruce menos peligroso; una vez
señalado, coja usted una brocha y un bote de pintura y pinte unas sencillas y
tranquilizadoras rayas blancas en el asfalto. (Si no tuviera tiempo ni
presupuesto, avise por favor, voluntariado habrá para ayudar).
Una
vez cruzada la calle, se encontrará quien viaje con que debe salvar un tramo de
cincuenta escalones hasta los andenes. Espacio habría para poner una escalera mecánica, pero
parece mucho más sano que la gente haga ejercicio. Es cierto que hay ascensor.
Uno. “Bueno si funciona, que en Sama está averiado”.
Atónitos,
hasta Los Llerones de Sama de Langreo vamos a verificarlo. Efectivamente, el
ascensor no está en uso; un ciudadano dice que ni siquiera está instalado.
Comprobamos: Sí se ha montado, tanto que, debido a los años de parón de las
obras, tuvieron los técnicos que repasarlo, -como otros aspectos mecánicos de
la estación, que incrementaron costes-; está listo para utilizar, sin embargo,
nadie ha dado instrucciones de ponerlo en marcha.
Al
fondo, los servicios higiénicos están cerrados con llave. No hay personal de
Renfe, los tres postes de servicio de atención al cliente no funcionan, nadie
escucha al otro lado de la línea. Sin ser adivino, es fácil calcular que, como los
baños están recatados a la vista, algún ciudadano impelido por la urgencia
dejará su recuerdo contra la puerta.
Al
final tenemos que hacer un ejercicio de benevolencia; es el perdón facultad
humana que nos acerca los dioses, hay que sufrir con paciencia los defectos del
prójimo, y el alcalde no es persona de mala fe, sino indebidamente aconsejada. Cumple
estos días el ecuador de su mandato, esperamos que la segunda parte sea
fructífera, y no se deje meter en charcos que no le son propios. No necesitará
así plañideras que lo acompañen en los últimos días.
Francamente , mayor desatino no pudo el Sr. Alcalde tener , tanta suntosidad de palabrería ha querido tener que quizás quiso rebuscar en el evangelio una palabra rimbombante y no se le ocurrió mejor palabra que la de las plañideras , mujeres profesionales del llanto y las penas .
ResponderEliminarSr. Alcalde , al igual que las escaleras de la estación ha tenido usted un gran "" resbalón "" debe usted medir un poco mrjor su lenguaje y olvidarse de palabras que quizás tenga bien aprendidas , perobque molestan mucho a personas y ciudadan@s
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ResponderEliminar"Plañideres", dijo. No plañideras
ResponderEliminarEste alcalde está acostumbrado a aquello que se decía: lo que yo digo va a misa. Pero ésta es otra faceta de su vida completamente distinta. Póngase usted al día, o váyase.
ResponderEliminarPero