Suele suceder que las víctimas
sean señaladas con el dedo, en lugar de los agresores. Ismael Álvarez
Rodríguez, alcalde de Ponferrada, no soportó que Nevenka Fernández diera por
terminada su relación sentimental y la acosó de modo inmisericorde. Recuerdo
perfectamente la cara de desencajada, reflejo de la desesperación de la mujer cuando
hace veinte años llevaba a su jefe al juzgado.
Empezó a ser el “Caso
Nevenka”. De esta misma manera lo titula una cadena de tv que estrena miniserie
en estos días. El dato más antiguo que recuerdo de enfoque correcto es en un
artículo en Diario de León de Ana Gaitero (suelo citarla, porque es una
periodista de la que siempre aprendo) En 2013 escribía indignada de un nuevo
paso del Ismael que luego comentaremos.
El juicio se celebró en la
sala y en la calle. Como siempre, se cargaron las tintas sobre la vida de la
agredida, intentando hacerla aparecer como una trepa, oportunista, cazajefes,
calculadora y medio bruja. Nevenka, con el apoyo fundamental de su madre,
aguantó el tipo como pudo; incluso ante la actitud incalificable del fiscal,
José Luis García Ancos. Para vergüenza del Derecho llegó a argumentar que ella
podría haberse librado del cerco machista del señor alcalde, “no era una cajera
de Hipercor, a la que tocan el culo y se tiene que aguantar para llevar el pan
a sus hijos”.
Ismael Álvarez Rodríguez fue
condenado a multa e indemnización, y apartado del Partido Popular que lo
sustentaba. No estarán hoy seguramente orgullosas una buena parte de las 4.000
personas que se manifestaron en Ponferrada a su favor. Perdió los recursos en
el Superior de Justicia, el Supremo y el Constitucional, desapareció durante un
tiempo de la escena política, si bien no tuvo ni un asomo de arrepentimiento,
ni una sílaba de perdón. Es más, al día de hoy siembra dudas sobre las
declaraciones de Nevenka en el documental; es asunto de dinero, dice, ya sabe
que “cree el ladrón…”
Había sucedido en la alcaldía
de la capital del Bierzo a Celso López Gavela, primer alcalde democrático, un asturiano
de Ibias que me resultaba simpático, en el puesto hasta 1995. Ismael Álvarez ya
apuntaba maneras, había obtenido mayoría relativa, para asegurarse la absoluta
consiguió que tres concejales del PSOE cambiaran de bando. Empieza a gobernar
con grandes proyectos, de turbia tramitación, como la Torre de la Rosaleda.
Un rascacielos de 119 metros
de altura, “el edificio más alto de Castilla y León”, en cuya parte superior
brillarían las antenas de Onda Bierzo, proyecto de Luis del Olmo. Ejecutado por
el Grupo Begar (José Luis Ulibarri, investigado en la trama Gürtel), gestionado
por una empresa de Mall (desaparecida, varios problemas en Asturias),
financiado por Bancaja (entidad valenciana integrada en lo que sería Bankia); o
sea, nobles padrinos. No sirvieron de nada protestas vecinales ni recursos
judiciales, el ayuntamiento legalizó todo.
Ya no estaba el Ismael, su
heredero político y testigo en el juicio, Carlos López Riesco, tuvo que ver
como el edificio se quedaba sin luz, por deudas con la industria suministradora.
Un coloso arquitectónico construido con la tecnología más avanzada y todo
lujo de detalles. Un imponente rascacielos, con formidables vistas panorámicas,
para llenar su vida de bienestar y comodidad, aseguraba la página web. De
106 viviendas solamente 36 se habían vendido a los ocho años de la primera
piedra; sus inquilinos, rodeados de complicaciones, no sabían a dónde acudir. “Si
llevamos a los tribunales a empresas quebradas, ¿de dónde vamos a cobrar?”
Pasado un periodo prudencial
quiso el acosador regresar a la política, al fin y al cabo, había vivido de
concejal, de diputado regional, de senador y de alcalde. El PP no quiso
reintegrarle, fundó entonces, -2010-, un partido a su imagen y semejanza, Independientes
Agrupados del Bierzo (IAP), con el que regresó al ayuntamiento en las
siguientes elecciones. Sus votos hicieron alcalde de nuevo a su antiguo epígono
López Riesco, pero tuvieron divergencias en el reparto de la tarta, así que la
política municipal dio un nuevo giro.
Tuvo que ser un 8 de marzo
cuando se produjo la ignominia que encolerizó a la redactora Gaitero. Samuel
Folgueral, cabeza de lista del PSOE, ganó por trece a doce, con el apoyo de
IAP, una moción municipal de censura. “El silencio cómplice”, escribía en el
Diario unos días antes, (03-03-2013) para señalar que las señoras de su partido
no alzaran la voz por aliarse con un acosador. Finalmente, Folgueral fue
expulsado de las filas socialistas y, ¡faltaría más!, organizó su propio opción,
Unión Social de Electores (USE), que es el Bierzo tierra fértil, incluso para
las siglas. Pudo así disfrutar Ponferrada de una amplia oferta electoral; en
las municipales siguientes siete partidos lograron concejal, y, cambiando
siglas y proporciones, así sigue.
Bueno, volvamos al “Caso
Ismael”; quiero explicar con todo esto que, al final, la víctima ha tenido que
poner tierra por medio para poder vivir en paz, y su agresor ha seguido a lo
suyo donde solía. No es un caso único, desgraciadamente. Tengo otro ejemplo
suficientemente significativo.
A cuatro pasos de mi casa hay
una vinatería que jamás volveré a pisar. Pertenece a una sociedad local, tenía
buenos productos, una terraza cubierta amplia y una plantilla agradable entre
la que estaba una chica amable, sonriente y con demostrada experiencia
profesional. El encargado se dedicó a cercarla, con actos y palabras
insufribles, hasta que se le hincharon las narices y lo llevó al juzgado; o
sea, a exponerse a la opinión pública.
El jefe de la vinatería fue
condenado. La sociedad propietaria hizo como que no se enteraba de su conducta,
lo mantuvo en su puesto. La trabajadora agredida pasó a las listas de
desempleadas. Solamente Carmen Basteiro, en el diario La Nueva España, se
acordó de ofrecer su punto de vista.
Me parece oportuno recordarlo
hoy, que Franco prohíbe en Madrid las manifestaciones del 8M. Según la foto de
InfoBierzo, un mural recuerda estos días en Ponferrada el calvario de Nevenka;
sirva para otras víctimas silenciosas o silenciadas. #quedamuchoporhacer
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