Es como si se nos hubiera
olvidado, resulta que ahora nos dicen que hagamos el favor de lavarnos bien las
manos; a los niños se les enseña a esmerarse en el aseo. ¿Cuándo hemos dejado de
hacerlo?
Ha tenido que venir un ser microscópico,
un bicho que no podemos ver, a decirnos que somos unos engreídos y debemos
tomar en consideración medidas elementales. Desde que la Humanidad se volvió
urbana, generó normativas elementales de higiene; en el ritual de la cena de
Seder, la más importante del Pesaj (Pascua) hebreo, se ordena lavarse dos veces
las manos; la primera al acercarse a la mesa, la segunda al empezar propiamente
a comer. Ese hábito de la liturgia judía lo ejecutan a diario los curas
católicos. Los musulmanes tienen por obligación lavarse las manos antes de la
comida; para entrar en la mezquita deben dejar afuera el calzado y hacer
abluciones en la fuente exterior.
En la escuela de los años 40 y
50 se insistía en la higiene, porque aún campaban por España preocupantes enfermedades
infecciosas; particularmente tifus y tuberculosis. Se enseñaba a los niños que
no se podía escupir en la calle, porque se esparcían los bacilos. Parece que al día de hoy muchos señores (más
que las señoras) se han olvidado de tan elemental norma.
En la segunda mitad del siglo
XIX empezó a gestarse la corriente médica que se dio en llamar higienista,
procedente del estudio de las numerosas enfermedades que asolaban a la clase
obrera. Unos por vocación, otros porque las bajas por enfermedad eran un cáncer
en la industria; “obrero sano es más productivo”.
La Higiene se convirtió en una
rama específica de la Medicina, se hicieron tratados recomendando medidas
personales, sociales, industriales y urbanísticas. Los descubrimientos de
Pasteur (1822-1895) sobre microorganismos, de Koch (1843-1910) sobre el bacilo
de la tuberculosis, y del valenciano Jaime Ferrán (1852-1929), que descubrió la
vacuna del cólera, fueron decisivos.
A partir de ahí, en Occidente
nos creímos imbatibles, inmunes, ¡estamos vacunados! Volvimos a juntar animales
y personas, como en los tiempos en los que todos convivían en la misma cabaña.
Hay en Asturias más perros que toda la población de Avilés; se los puede ver en
restaurantes y tiendas de alimentación, nos dejan sus excrementos por las
calles, riegan profusamente las esquinas con sus orines. Y los virus han
demostrado una inteligencia superior a la nuestra; Juan José Badiola es experto en epidemiología,
Universidad de Zaragoza. Declara a la TPA que hay 300 patógenos que compartimos
humanos y animales, tanto domésticos como salvajes; estos microorganismos pueden generar estrategias para pasar de uno
a otro agente portador. El calor, la humedad y la convivencia, sobre todo con
falta de higiene, colaboran. La gripe porcina, por ejemplo, llevaba 8 virus,
algunos de los cuales mutaron para pasar al ser humano.
Daniel Scott Algara, que trabaja en el Pasteur Institute, “El coronavirus ha
mutado muy rápido a formas mucho más agresivas”. Refieren que Bill Gates dijo
“No nos extinguirá la guerra nuclear, sino un microbio”. Tanta tecnología y nos
remata un bicho que ni se puede ver. Otín: “Tenemos aceleradores de partículas
y nos faltan batas”.
Por otra parte, los
nuevos liberales, que no se han leído ni la portada de Adam Smith, quieren
sacar negocio de todo y al final se vuelve contra ellos y sus dólares. Las
pérdidas que nos va a originar esta crisis serán cuantiosas; se podrían haber
evitado gastando un poco más en investigación y mucho menos menos en ronaldos y
messis. La Comunidad de Madrid es la más castigada; después de haber hecho todo
lo posible por desmantelar el sistema público de Salud; cuando el personal
sanitario salió a protestar les contestaron con las porras de los guardias;
ahora aplaudimos desde los balcones. Las oleadas epidémicas que han sacudido el
mundo indican que nadie está a salvo, por lo que un buen sistema preventivo de
toda la población es la única arma eficaz.
Las estadísticas de
Asturias son suficientemente ilustrativas del camino a tomar. Las víctimas han
sido más numerosas en los sitios de alta concentración de población, en las
ciudades: 491 en Oviedo; 273, Gijón; Avilés, 114. Sin embargo, en las alas, zonas rurales y/o
montañosas sin nada. Oscos, Salime, Taramundi, Villayón, Pesoz, Allande;
Sobrescobio, Amieva, Ponga, Peñamellera, cero casos. Onis, Caso y Ponga, 1. Los
geriátricos, concebidos muchos de ellos como meros almacenes de viejos, una
trampa mortal.
Volvamos a apreciar la
Naturaleza, -sin necesidad de traerla a casa atada con un cordel-, y viviremos
más tranquilos. Ciudades más manejables, menos contaminadas, pensadas para peatones
no para coches. Centros de Salud que realicen medicina preventiva, con medios
materiales y humanos; menos ovaciones y mejores pagas; no podemos tratarles de
héroes y heroínas y tener al 30% con contratos eventuales. ¿Te imaginas a
Supermán con contrato hasta fin de obra?

Que nos hayan recluido
en casa ha traído consecuencias positivas en algunos casos; hay menos muertos
por accidentes de circulación, por ejemplo. Sorprendentemente,ha descendido el número de infartos en Galicia, y ha caído al 50%
el número de ictus, uno de los accidentes vasculares más comunes en Asturias.
El cuerpo médico no ha resuelto por qué, dudan entre hábitos más saludables (no
hay bares abiertos) y el descenso de la contaminación. (Porque pese a lo que
dice esa chica que cree mandar en Madrid, la contaminación mata. Mucho)
Y de manera colateral
playa y riberas están limpias; las ciudades no tienen humos ni ruidos, se
aprovecha para decretar veda del percebe, la ortiguilla, el bígaro y la llámpara,
están prohibidas caza y pesca, situación propicia para el aumento del censo de
salmones y truchas; ya no hará falta discutir planes y fechas de apertura de
coto. Ni repoblar, se ve que para que haya peces basta con no matarlos.

Habla de higiene,
explica la formulación, con un conocimiento exhaustivo de las plantas de la
zona, y la forma de cocinar los preparados, el tipo de recipientes “no se puede
usar cobre para compuestos que lleven vinagre”, y de qué modo conservar las
pócimas. Detalla la dosificación, que puede suministrarse por medio de jarabes
o píldoras, incluso se preocupa de que sean agradables al paciente, “jarabe que
se toma tras la comida a modo de golosina”, y las posibles contraindicaciones.
Da alternativas al tratamiento, “si esto no diera resultado, hágase…” Estudia
la evolución de fiebre, heces y orina de la persona enferma, y recomienda
dietas alimenticias, “La dieta debe consistir en las partes más selectas de un
pollo muy tierno, o crías de perdiz muy jóvenes. El enfermo no debe tomar la
carne, sino sólo el caldo y únicamente la cuarta parte de lo que está
acostumbrado a tomar”.

No es tan extraño, unos
meses antes de cerrar el año pasado, el Círculo de Lectores anunciaba en su
revista un libro sobre el poder curativo de las piedras preciosas, y en estos
tiempos del virus, -siglo XXI, creo-, los rabinos ortodoxos se resisten a
suspender la celebración de Pesaj, algunos imanes dicen que “Alá protegerá a
quienes se concentren a orar en la mezquita” y ciertos sacerdotes católicos
invocan a Dios para la sanación de los cuerpos.
¡La virgen!
Comentarios
Publicar un comentario