¡Voy lavate la boca con
estropajo! Era la amenaza de mi abuela (la mala) cuando se me
escapaba alguna palabra inadecuada. Sargento de semana sin bigote, manejaba su
casa con mano de hierro; otras expresiones habituales eran ¡Voy ponete les
uñes en la chapa la cocina! ¡Vas dir a buscar la cara a un baile de apaches! Recomendaciones
suficientes para que las aguas de la revuelta infantil volvieran a su cauce.

El guion de la tira cómica de Pablo
García y Rogelio Román publicada en La Nueva España podría haberlo firmado mi
abuela (la mala), Ahora ya no se usa el estropajo de esparto, pero una buena
fregona, con su palo y todo, es una solución adecuada para tapar la boca a este
impresentable que debería ser acusado de crímenes de lesa humanidad. Que, para
nuestra desgracia, crea escuela; el Johnson del Reino Unido, Bolsonaro en
Brasil, algunos mandatarios de América del Sur y España, le ríen las gracias e
imitan su estilo de chulo de barrio.
Hasta cuando lo hace bien la
jode. El premio Nobel Paul Krugman, -al igual que otros economistas no
demasiado de derechas-, aplauden la Ley CARES. El nombre no le viene del río
asturiano, es un acrónimo de la denominación en inglés de la Ley de Ayuda,
Alivio, y Seguridad Económica por Coronavirus. De acuerdo con su contenido,
entre otras medidas, cada ciudadano USA que gane menos de 75.000 $, recibiría
un cheque de 1.200; o de 500 si es menor de 17 años. Buena idea, un parche de
urgencia ante la avalancha de personas desempleadas sin prestaciones; sin
embargo, las ayudas no están llegando a la población porque la Administración
Trump se ha ido cargando las oficinas de empleo y ahora faltan funcionarios que
hagan los trámites. Pero lo que es peor, los cheques han tardado en salir ¡para
asegurarse de que llevan la firma del presidente!
Sus actuaciones, - ¡Sigmund
Freud nos asista! - son un tratado de psicoanálisis en sí mismas, dan para una
tesis doctoral sobre cómo los complejos infantiles de un niño malcriado pueden
acabar con la especie humana. ¿Has visto cómo firma? Te adjunto fotos
.
Despacho oval. Mira la mesa,
ni un solo papel encima; no es una mesa de trabajo, en cualquiera de ellas
verías carpetas, ordenador, decenas de bolígrafos y lápices, la grapadora, un
taco de notas, una foto de la novia, un bote de pimentón… Claro que a mí
tampoco me gustaría trabajar ahí, con la luz entrando por la espalda. Se deja
fotografiar rodeado siempre de personal, una corte que sonríe estúpidamente, -al
igual que los ociosos nobles franceses asistían al espectáculo del desayuno
de Luis XIV-, viéndole hacer una de las cosas más comunes de un directivo,
firmar.
Lo hace con un Cross,
¡faltaría más, América first! Pero rotulador, para que su trazo grueso
destaque sobre las otras firmas. En el centro de la página. Y luego, -Freud, de
nuevo-, exhibe al público presente de cortesanos y periodistas, con cara de
satisfacción profunda, el producto de su esfuerzo. Fase anal, decía el
Psiconálisis; el niño, cuando consigue controlar el esfínter y no hacérselo
encima, corre con el orinal a enseñarle a su madre con orgullo las hermosas
heces que su cuerpo ha producido.
Los congresistas demócratas
pelean porque en las inversiones de reactivación económica (250.000 millones de
dólares) se incluyan partidas para políticas sanitarias, el líder republicano
en el Senado, Mitch McConell, no da el visto bueno porque quiere que todo el
dinero vaya a las empresas. Yo creo que el Congreso tiene razón, es preciso que
inviertan en Salud. En Psiquiatría precisan urgentemente una buena partida de
millones.
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