Dicen que se alquilan perros para pasear, una disculpa para salir de casa en los tiempos del virus. Hay gente que ama los canes, pero no sus consecuencias; la
Empresa Municipal de Limpieza de un municipio próximo acusa el aumento de excrementos
en las aceras, como yo veo diariamente en mi calle. ¿Qué diría el gato
filósofo?
No lo dudes, la Filosofía empezó por los gatos; observa al
que tengas más próximo, sea propio o extraño, está permanentemente controlando lo que acontece a su alrededor, y jamás dice una palabra. Si acaso, puedes ver
que se va de la sala si la conversación no es de su agrado, o se queda,
simulando desinterés, cuando hay temas de su gusto.
Yo creo que, en general, son estoicos. Saben que la vida es
eso que va a transcurrir, quieran ellos o no, por tanto, reducen su
intervención al mínimo imprescindible para controlar el medio en que se
desenvuelven. Todo lo contrario que esos malaventurados perros; reflexiona el
gato filósofo: Dado que el reposo es el estado natural, ¿cómo explicar que
un animal esté siempre inquieto, atareado, y eso sin fin ni necesidad, incluso
cuando está harto y no está asustado?
Hay gatos sagrados. Los de Birmania llegaron a Europa en el
XIX, a partir del Imperio inglés; son casi más valiosos que un teléfono móvil,
se cobran a 700€. Tienen detrás una hermosa leyenda que te animo a investigar
en las redes, (aquí no me cabe). Me gusta más la de una gata del antiguo
Egipto. Una gata-diosa, porque esa inteligente civilización divinizó ciertos
felinos. Dicen que fueron los egipcios quienes adiestraron a los gatos; era de
agradecer que salvaran sus hogares y sus silos de los múridos. Los griegos
fueron espabilados aprendices de los saberes egipcios, Herodoto, su primer
historiador serio, que viajaba frecuentemente, cuenta la leyenda de la diosa
Sejmet.
Ra, dios creador, se cansó de la maldad de una parte de la
Humanidad (raro, ¿eh?), envió a la Tierra a su propia hija, Hathor, bajo la
advocación de la diosa-gata Sejmet. Preparó una carnicería de aquí te espero
(igual no era gata, sino pantera), así que los seres humanos, alarmadísimos,
buscaron la forma de librarse del desastre: ofrecieron a la diosa unas jarras
de cerveza roja que devoró pensando que sería sangre. Después de dormir la
divina pítima, se convirtió en la apacible deidad protectora del hogar, Bastet.
Es cierto que los gatos pueden tener dos caras, la amable, incluso mimosa, o la
arisca, que puede llegar a ser terriblemente agresiva si se ponen furiosos.
Bastet y Sejmet. Es aquí donde entra Herodoto, contando la fiesta anual que el
género humano celebraba conmemorando su salvación.
Hippolyte Adolphe Taine (Vouziers, 1828. París, 1893) nos
revela la “Vida y opiniones filosóficas de un gato”, en una pequeña obra
publicada por Libros de la resistencia (Madrid, 2013), que es realmente
un trozo “Voyage aux Pyrénées” (Librairie Hachette,1858), con admirables
ilustraciones de Doré. Nos razona su informe: “He estudiado a muchos filósofos
y a los gatos. La sabiduría de los gatos es infinitamente superior”. El que
esto escribe puede dar fe de que, si bien no se puede generalizar sobre gatos y
filósofos, estos domésticos félidos tienen una notable curiosidad intelectual;
en este cuaderno puede leerse en “El gato que leía a Feijoo”, (página publicada el 29/12/2015), que cuando Folki me adoptó repasamos juntos al ilustre polígrafo.
Los primeros pasos en la reflexión del animalillo que
cuenta Taine fueron bajo el cálido cuerpo de una oca, “bestia estimable, porque
tenía el vientre tibio. Me acurrucaba debajo de ella y mientras tanto sus
discursos filosóficos me formaban. Ella decía que el corral era una pequeña
república de aliados”. A la par, su tío le iba advirtiendo acerca de la
revolución social y la revolución derrotada, mucho antes de que Orwell
escribiera sobre su “Rebelión en la granja”; de hecho, se puede saber por el
libro el desgraciado, sangriento, fin de una revuelta que los animales iniciaron cuando murió el patrón.
No toda su vida dedicó nuestro filósofo a la sesuda reflexión,
también él fue joven y se dedicó a rondar tiernas bellezas del otro sexo, con
sonoras serenatas no siempre entendidas por el vecindario; tuvo un cierto éxito,
si bien terminó embarazando a una prima. El asunto, por el que pasa de
puntillas, es un baldón en su biografía, con un episodio lamentable de maltrato,
así que “asqueado por las grandes pasiones, renuncié a la música y regresé a la
cocina".
Ganó con ello la Filosofía felina. Su capacidad de elucubración
le permite llegar a la conclusión de que el gato es el cierto rey de todo lo
creado, a años luz de otras bestezuelas, entre ellas los desgraciados perros:
“Dado que el favorito, y obra maestra de la Creación, es el gato, ¿cómo
comprender que un animal lo odie, corra detrás de él sin haber recibido ni un
solo arañazo, y le golpee los riñones sin tener deseos ni siquiera de comer su
carne?”
Ciertamente incomprensible, semejante actitud agresiva nos
podría haber dejado sin la profundidad de su pensamiento:
He pensado mucho en la felicidad y creo haber hecho descubrimientos notables sobre ésta. Evidentemente consiste, cuando hace calor, en dormitar junto a la charca…En invierno, la felicidad es estar sentado junto al fuego, en la cocina…Mientras tanto, la brocheta gira, con un tictac armonioso y embriagador. El ave de corral ensartada, se dora, se tuesta…El que come es feliz, el que digiere es más feliz; el que dormita mientras digiere es aún más feliz. Todo lo demás nos es más que vanidad e impaciencia de espíritu.
Vanidad de vanidades. Su sistema filosófico evoluciona
superando a los clásicos del pensamiento gatuno: Sus ancestros entendían que el
cielo era un granero lleno de ratones que, por muchos que se comieran, no
desaparecían jamás. Esta leyenda era sostenida por algunos colegas modernos,
“los gatos de canalón han mantenido esta creencia”, pero ya está superada, “los
pobres diablos, no habiendo comido más que ratas, no imaginan una cocina
mejor”.
“Otros, más educados, han aseverado que el asador era
Dios”. Nuestro filósofo perdona el error, gatunamente comprensible, si bien les
orienta definitivamente: “Hay que abrir el espíritu a concepciones más vastas y
razonar por vías más seguras… ¿De dónde surge todos los animales? De un huevo;
la tierra es, por tanto, un gran huevo roto”. Obsérvalo, tú que como yo vives
en un valle; es incierto que la Tierra sea plana, lo demuestra contemplar esta
concavidad, con un fondo líquido y rodeada de montañas que son los vértices de
la cáscara rota del huevo. Profundidad de pensamiento.
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