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Ya no te puedo querer, mi cariño se acabó




Hoy es fiesta en El corte inglés. Una de esas celebraciones absurdas, que nadie sabe de dónde vienen, porque en realidad proceden de una iniciativa comercial. Hoy muchas parejas se romperán porque a él se le olvidó el regalo. O sea, día de amor. Todo tan falso como la Casa de Julieta en Verona (en la foto de iniicio); pero al menos ahí se parte de un mito literario.

Discutíamos una vez en la clase de Literatura sobre los paralelismos entre los amores Romeo/Julieta y Calisto/Melibea; una comparación muy interesante que os recomiendo abordar. En general prefiero a Shakespeare, pero en este caso tengo afecto a la madre Celestina y su corte, apegada a la realidad. Así se queja Melibea de que Calisto intente, torpemente, desvestirla:
“¿Qué provecho te trae dañar mis vestiduras?”“Señora, el que quiere comer el ave quita primero las plumas”
Su autor, puede que temeroso de la Inquisición, hubo de justificarse en un prólogo rimado, “de la obra que escribió contra sí”
Desta manera mi pluma se embarga,Imponiendo dichos lascivos, rientes,
Atrae los oídos de penadas gentes…
Por ende, advierte a esas gentes para que anden por el riego de la Iglesia, que el vicio carnal trae nefastas consecuencias:

Oh, damas, matronas, mancebos, casados,Notad bien la vida que aquestos hicieron;Tomad por espejo su fin cuál hubieron.
Porque Calisto, -cuya vida amorosa tiene dramático final-, llega a afirmar que no es cristiano, sino melibeo. “No basta loco, hereje”, clama su criado Sempronio. Dice el enamorado en el segundo acto que le apresten el caballo “por si pasare por casa de mi señora y mi Dios”. Hereje irredento.

Comprar compulsivamente es la idolatría moderna, la forma de demostrar amor en este día; sin euros gastados no hay afecto. Ya se dice que el enamoramiento es un estado de ofuscación mental transitoria; una extraña y sorprendente agitación corporal por reacciones químicas difícilmente controlables. A veces con final feliz.

Leo la sorpresa de una educadora porque los adolescentes tienen relaciones sexuales completas a edades cada vez más jóvenes; echa la culpa al consumo de porno a tierna edad, por las facilidades de la Red. No sé si es poca memoria o cinismo; donde no había Internet hubo revistas de contenido caluroso, que se fueron pasando, un poco ajadas por el uso, de curso en curso en los institutos y cuarteles; y parientes que las traían del extranjero, incluso los más pudientes aportaban a la educación erótica nacional películas de super8. 

Los adolescentes soñaban con hacer gimnasia parecida y se iniciaban, -para escándalo de santos confesores, que condenaban el vicio, a la par que amenazaban con la ceguera y otras grandes deformaciones futuras a los recalcitrantes-, en la vida sexual de manera manual.  Yo prefiero el método actual, con el que por lo menos hacen amistades.

Uno de mis pocos vicios es la res pública. Llevado de él acudí ayer a un coloquio sobre el futuro económico de Langreo, organizado por uno de los partidos gobernantes; me lo temía, pero caí en la trampa, salí tremendamente decepcionado. Por precaución esperé a leer otras opiniones, no fuera que se me hubiera escapado algún detalle; nada, me ratifico en lo que escribí en la libreta de apuntes: falta de análisis, de ideas, de alternativas, y de seriedad. Flaco porvenir en tales manos.



El ejemplo ya podía verse en fechas anteriores con el debate entre el equipo de gobierno y la plantilla municipal. Reclaman los trabajadores regresar a las 35 horas robadas por Rajoy; se quejan de falta de diálogo y se movilizan. La respuesta oficial es que “trabajarían menos que el resto de los españoles”. ¡Vaya! Hay que repetirlo una vez más, porque a lo que se ve cala el mensaje de los malos empresarios: Lo importante no es el número de horas que se pasan en el puesto de trabajo, sino lo que se hace estando allí.

Se argumenta por parte de la patronal municipal que reducir la jornada llevaría a prestar peores servicios o a aumentar la plantilla, con un coste inasumible. Dicho así tiene lógica; la lógica del mal organizador. Lo primero que se debe analizar es la eficiencia de los departamentos; igual se pueden sacar adelante las tareas con menos horas. La segunda cuestión es si no se pueden mejorar los medios a disposición de las personas empleadas, eliminando herramientas, vehículos y procedimientos obsoletos.

O sea, pensar. Y pensar todos juntos, no considerar que las propuestas laborales son agresiones a la gobernabilidad del municipio.

Un ejemplo de la desorganización es la suplencia en el Parque de Educación vial; una sección de la Policía local con gran prestigio, bien considerada y premiada por su labor a partir de las escuelas. Se ha jubilado el responsable hace un mes y no ha sido sustituido; consecuencia: el parque sigue cerrado. Y digo sigue porque ya estaba cerrado por falta de personal.

La jubilación de un colaborador es una de las cosas que mejor se pueden prever en un colectivo laboral; sesenta y cinco años antes ya se sabe que dejará de trabajar en un día preciso. El Ayuntamiento de Langreo, a lo que se ve, no puede predecir tal acontecimiento. ¡Como para quererlos! No contarán con mi regalo de San Valentín. Y para el voto lo van a tener muy mal; claro que la competencia no los mejora mucho, la verdad.

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