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Está mal visto apedrear a los jueces





Es lícito que las mujeres hayan salido a decir que no están de acuerdo con cierta sentencia judicial, cuando menos en mi opinión; porque en definitiva de eso se trata, de opiniones. El Derecho no es una ciencia exacta, procede de la plasmación en papel de las costumbres; perfectible, por tanto. Es democrático que las mujeres hayan salido a la calle para quejarse de la actitud de un juez. Los juzgadores suelen ser seres humanos; su ideología, sus virtudes y sus defectos, sus amores y sus odios, sus pasiones políticas, aparecen de manera clara o subliminal en las sentencias. Últimamente, hasta el ministro del ramo ha comentado que cierto miembro de tribunal hacía cosas raras, “como todo el mundo sabía”. Buen encargado de la Justicia, éste, que hace acusaciones sin pruebas y que mantiene en su puesto a un sospechoso. ¿Le dejaría reparar su coche a un mecánico incompetente?

La sociedad española ha cambiado en los últimos años. Afortunadamente en ocasiones para bien; sin embargo, el Código penal, el más retocado de Europa en los últimos veinte años, parece que solamente se reforma a golpe de intereses electorales, sin que la población opine. En este sentido, la tertulia Encuentros organizó el pasado día 23 un coloquio en la Casa de encuentros de las mujeres del Ayuntamiento de Langreo, con la colaboración de la Concejalía de Igualdad y el Club de Prensa de Las Cuencas de La Nueva España. La sala es pequeña e incómoda, aunque el público que la desbordó aguantó estoicamente, por interés de las ponencias. 


La Fiscal Delegada contra la Violencia de género, María Eugenia Prendes dejó constancia de que la mayoría de las profesionales de Derecho son mujeres, así que no se puede entender que en el Supremo haya solamente 11 sobre 77 miembros. Es reflejo de la sociedad patriarcal. De vez en cuando intentan taparnos los ojos con comisiones de trabajo que no sirven para nada; no nos distraigamos del objetivo, hay que solucionar la precariedad de la Justicia, “siempre me recuerdo de una pintada en el Palacio de Justicia de San Sebastián, menos palacio y más justicia”. Se legisla, pero no se presupuesta, de modo que la sociedad debe estar atenta, y es absolutamente necesaria la crítica.  

La responsable de Abogadas por la Igualdad, Elena Ocejo, hizo un repaso a la evolución del Código penal, desde el siglo XIX donde los hechos que ahora se definen como “delitos contra la libertad sexual” eran entonces “contra el honor”. El honor de los hombres, claro. Después, en 1972, con la legislación tardo-franquista, pasaron a ser “delitos contra la honestidad”, o sea, no se protegía a la víctima, sino a un concepto extraño. Por fin llegamos a la situación actual, en que las mujeres dimos ejemplo de amplitud de miras, porque definir libertad sexual significaba que también había hombres que podías ser agredidos y violados; eso sí, el agresor es varón siempre. Por último, asegurar que no basta con cambiar las leyes, si no se cambia la mentalidad; la ideología del juzgador va a traslucirse siempre, es necesario introducir en la sociedad la perspectiva de género. Más aún, antes de retocar nada, empiece a aplicarse correctamente lo legislado.


Mariti Pereira, Presidenta del Centro de atención a las víctimas, explicó de como desde el inicio de su asociación se encontraron con que las víctimas sufrían una doble agresión, por una parte la del delincuente, por otra el maltrato en los juzgados. Una de las cuestiones más graves es la del análisis de la credibilidad del testimonio, que se aplica en los casos de menores, por la posibilidad de fabulación. Las mujeres no son menores de edad, su declaración es tan fiable como la de cualquier varón adulto. De acuerdo con lo dicho anteriormente de que, como inicio, se apliquen correctamente las leyes que existen, y los tratados internacionales; es significativo que no se tenga en cuenta el Tratado de Estambul, que despeja cualquier duda al tema del consentimiento, para que lo haya la mujer debe decir “sí”

No estamos libres de pecado, en ocasiones nos dejamos llevar por la ira en vez de reflexionar, y no solamente los jueces, sino toda la ciudadanía está empapada por una perspectiva patriarcal, por ende, no podemos tirar la primera piedra contra la judicatura. Cambiemos nuestros puntos de vista.



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