El 15 de diciembre de 1939
llegó la fecha de regreso a España. Atravesamos el Canal de la Mancha y
recorrimos toda la costa de Francia hasta llegar a Hendaya, donde
desembarcamos. Después atravesamos el puente internacional de Irún. Yo creí que
se caía el cielo al ver la destrucción y la suciedad que allí había. Pobreza
por todas partes. Testimonio
de Eduardo López Sanz.
Es el tipo de comentario más
habitual; Ángeles Cubas, “Cuando
regresamos a Euskal herria, fue un regreso triste; el pueblo había pasado
muchas miserias”. Cuando a Tomás Nuñez de Toledo le dijeron que tenía que
regresar a España se escapó de la colonia de Langham, donde estaba tan a gusto,
con otro compañero; los devolvió la policía. “Por cierto, que no nos castigaron…El regreso fue más triste.
Atravesamos el Estrecho de Calais y nos metieron en un tren hasta Hendaya. Al
llegar allí y según íbamos pasando todos agrupados por el puente internacional,
se subió sobre el pilar de sustentación de la barrera un señor uniformado y con
una boina roja, gritando. ¡Viva España! ¡Viva Franco! Y la verdad todos
estábamos un poco asustados…nos llevaron al Colegio del Amor Misericordioso de Bilbao,
donde nos recogieron nuestros padres”.
Las cosas fueron más
difíciles para Celia Elduque, porque sus padres desconocían que la habían
repatriado; se habían ido a Madrid y la niña fue internada en un albergue de
Auxilio social durante semanas, hasta que el Spanish Aid Committee dio con ellos. Refleja su sentimiento de
volver con la guerra perdida, agravado por el trato; dice otra niña: “…pero al llegar a España, ¡Dios mío, qué
diferencia! Nos pusieron en lo que parecían camiones para ganado y las chicas (si
es que se las podía llamar chicas) que se encargaban de nosotros nos trataron
de manera horrible. Acostumbrados como estábamos al trato amable y cariñoso por
parte de todos los que nos recibieron en Inglaterra, esas mujeres despertaban
miedo y odio entre nosotros en aquel momento”.
El ansia por meter a los
niños repatriados en el redil del Régimen desde el primer minuto de su llegada
originó situaciones, que aún dentro de la tristeza de la situación, eran
risibles, como la que cuenta Fausto Benito, “Volvimos a España en enero de 1938. Nada más pasar la frontera de
Francia a España, nos dijeron que cantásemos el ‘Cara al sol’, y como no
sabíamos nos preguntaron qué sabíamos cantar y empezamos a cantar ‘La
Internacional’. Enseguida nos mandaron callar”. Benedicta González explica
el choque: “Cuando volví llegamos a Irún
y nos dieron la comida en un centro de la Sección femenina; nos trataron
bastante mal, ya que nos dijeron que éramos los hijos de los rojos".
Los niños habían salido de
su casa en días de la República, que se había esmerado en el terreno de la
enseñanza, con procedimientos cívicos democráticos; fueron recibidos y
atendidos con cariño en un país que los trataba con respeto. El primer choque,
al regreso, fue material: “Después de
unos días me llevaron al País de Gales. La colonia se llamaba Cambria House y
estaba en Caerleon. La casa era enorme…las salas eran grandísimas…el patio era
enorme y teníamos toda clase de juegos…Los fines de semana venían matrimonios
que nos llevaban con ellos…Mi llegada a España fue muy triste. No había más que
miseria, se veían perros abandonados, muertos de hambre, por la calle. Nos
habían quitado el piso donde vivíamos…” El segundo social, en Inglaterra se
les animaba a opinar, consideraban que eran tratados como iguales, pasaron en España
de ser ciudadanos a súbditos, y además de tercera clase, porque en su momento
sus padres habían cometido el delito de ser fieles al gobierno que habían
elegido y no apoyaron a los golpistas. Se sintieron profundamente desgraciados.
La vida aún habría de
empeorar. Herminio Martínez se alegra de no haber sido repatriado, habría sido
un desastre para su hermano y para él; lo explica con los detalles de la vida
cotidiana que otros tuvieron que sufrir: “Mi
madre rechazó firmar el formulario de repatriación aunque la visitaron un cura
y un oficial que la amenazaron con encarcelamiento y llevarse a los otros niños.
Sostuvo que si volvíamos nos moriríamos todos de hambre. A pesar de que su
firma fue falsificada para hacernos volver, la intervención en el último momento
de la Cruz Roja impidió que regresáramos” Fue teniendo noticia de cómo se
desarrollaban las cosas para la familia; por fin en 1960 pudo volver de visita,
con un tanto de miedo, porque un amigo en situación similar se había pasado las
dos primeras semanas de vacaciones en la cárcel; así que no se extrañó cuando
el oficial se llevó su pasaporte. Al rato volvió diciéndole que estaba fichado
como exiliado político, “le dije que me
había ido del país con siete años y que a esa edad carecía de ideología política”.
Le dejaron pasar con la
advertencia de “mucho cuidado”, que luego le repetiría a diario su familia,
temerosa de que sus comentarios les trajeran problemas cuando él se fuera.”Me recomendaran que no me metiera en
problemas con la Guardia civil, que no cantara las canciones del pasado, que no
me fiara de nadie ni me relacionara con nadie que no fuera de la familia”.
Exactamente igual que cuando llegó Miguel San Sebastián, “Constantemente nos decían que no fuéramos por tal o cual lugar y que no
habláramos delante de la gente en inglés ni pronunciáramos ninguna palabra en
euskera”.
El hambre, la destrucción,
la sobreexplotación laboral, “sin
condiciones de seguridad, como en el lejano Oeste; dos hermanos murieron en
accidentes de trabajo”, la falta de libertades y derechos ciudadanos
mínimos. No es de extrañar el comentario de Carmen Fdez. Learra, “Cuántas veces dijo mi padre: María, ¿qué
hemos hecho con estos hijos? ¿Por qué no los dejaríamos en Inglaterra, con lo
bien que vivían allí?”
Este capítulo se resume con
la experiencia de Flori Díaz Jiménez, que en otro apartado nos contaba con
entusiasmo su llegada a casa de Mrs. Manning, la tremenda alegría de pasar de
bañarse en un caldero grande a hacerlo en un cuarto de baño espacioso, con
jabón y cepillo de dientes. “Recibíamos
visitas de ingleses e inglesas que nos llevaban a Londres al cine o a tomar el
té…Siempre digo que fueron los días más felices de mi vida…Ahora viene lo
peor…me dijeron que tenía que regresar a España…que sólo era para visitar a mis
padres y que después podía volver a Inglaterra. ¡Infeliz de mí que me lo creí!
Al llegar a España, en la frontera de Irún, nos recibieron unas personas
encargadas de hacernos llegar a nuestros respectivos destinos. Su trato fue hostil
y su comportamiento fatal”.
Se encontró con familiares
muertos, su abuela paterna enloqueció al saber el fallecimiento de un hijo,
tuvo que ser internada. “Para mí fue un
trauma tan grande que empecé a vivir con tristeza…De mi hermano diré que
regresó a España año y medio después; ni él ni yo habíamos sido reclamados por
nuestros padres, así que en ambos casos desconocían que habíamos llegado, se
enteraron de forma casual. Mi hermano tenía 16 años pero tuvo muy mala suerte
porque para conseguir trabajo tenía que afiliarse al Frente de Juventudes, como
no quiso se le negó el derecho al trabajo. Tuvo luego que incorporarse al
Servicio militar; lo licenciaron por una malformación en un pie. Como en su
mente estaba regresar a Inglaterra intentó marcharse, pero lo cogieron en la
frontera de Francia y lo acusaron de ser del maquis. Las torturas y vejaciones
a las que fue sometido en las comisarías de policía y cárceles le quitaron la
vida a los 24 años. A pesar de los años transcurridos no puedo olvidar lo que
hicieron a mi hermano y lo que él sufrió”.
Próximo
capítulo. El niño vasco de Mansilla de las mulas
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