La señora, bastante mayor, estaba asustada, “¿Por qué hay tantos aviones hoy en Gijón?” Antes, al comienzo de la exhibición, las gaviotas habían huido despavoridas de la playa, tierra adentro; la cuñada de Mariajesús había recogido la ropa tendida, pensando que tronaba. Los aparatos militares atronaban la ciudad, en ruido insoportable, aplaudidos, como espectáculo de circo, por gentes entre las que se encontraban muchos varones disfrazados de cuando hace tantos siglos hicieron la mili. Se ha convertido en una desagradable costumbre hacer propaganda de la guerra como un atractivo turístico del verano gijonés. Y los padres abren la boca como niños y llevan a los propios a sentarse ante los mandos de una máquina de matar como si fuera un juguete. Pero la guerra no es un juego de ordenador, aunque desde que los sinvergüenzas sin alma (Bush, Blair y su lacayo Aznar) atacaran Iraq y se transmitiera en directo, parece todo una hermosa película de acción. Pero la guerra no es ficc
El sol ilumina Cuturrasu antes que nada en Langreo. En una mesa electoral en 2011 nacieron estos apuntes. Literalmente de la aldea al mundo