La noticia queda atrasada enseguida; no hemos digerido un
susto cuando ya nos están dando otro. El martes anterior al viaje me invitaban
a una tertulia en Radio Langreo en la que me tuve que oponer a la eterna joven
promesa del socialismo astur, Adrián Barbón, que pedía mayor intervención
policial contra el terrorismo. Llegado a Londres leo en la prensa local que
Jeremy Corbyn, la promesa vieja del laborismo británico, aboga por la misma
solución; dice que Theresa May es culpable de haber suprimido 20.000 puestos de
agentes y que él promete, por ahora, recuperar 10.000.

Controles y cacheos por doquier; durante estos días, como
turista, he tenido que abrir la bolsa
con la cámara de fotos donde me lo pidieran. Es una medida que retrasa
considerablemente la entrada a los sitios; es incómoda y molesta, porque a
nadie le importa lo que llevas en tu bolso, pero además no sirve para nada.
Como siempre, hablo de lo que he vivido. París, ciudad traumatizada después de lo de Bataclam, hasta tal
extremo que en un teatro de Montparnasse prohíben la entrada con mochilas, que
las familias deben identificarse cuando van a buscar a los niños a la salida de los colegios, que está en
estado de alerta permanente; pues bien, de domingo me niego a entrar a Les
Halles como centro comercial, pero no tengo más remedio que hacerlo para
coger
el Metro; la señora policía que me toca en suerte mira mi talega de manera
indolente mientras le explica a su compañero qué tal le fue la noche del
sábado. (Bastante bien, por cierto). Como buen fan de Shakespeare llego en
Londres a The Globe Theatre, el vigilante, tan indolente como los franceses,
hace más caso a mi sonrisa que a la mochila (¡estaba seguro!) y no se molesta
en mirar el bolsillo inferior, donde caben dos teleobjetivos, es decir, el
volumen para guardar un explosivo que vuele el teatro y la manzana entera.
Cuando estos días en el Reino Unido de la Gran Bretaña discutía
con alguien sobre el asunto, le preguntaba si terminarían poniendo un policía
sobre cada uno de nosotros, como el Ángel de la guardia de la mitología hebrea.
Casi; según la prensa en la final de la Copa de Europa en Cardiff había una
proporción de un agente por cada seis espectadores. Espectacular espectáculo.
Carísimo. Pero ineficaz: esa misma noche muertos y heridos en el mismo London
Bridge; una vez más van por delante, -siempre es así- y cambian el método:
atropellos y acuchillamientos.
La
manipulación del dolor. El Daily Mirror mantuvo con gran
alarde tipográfico durante días, “La matanza de los inocentes”. Las portadas
acerca de Manchester eran editoriales en sí mismas, destacando la foto de la
mirada tierna de una niña asesinada, la Inocencia contrapuesta al Mal, representado
de modo inequívoco por los familiares del suicida; el desglose de sus datos lo
demostraban, por ejemplo, el hecho de que su madre abandonó una boda en Líbano porque
no le gustaba la música occidental que habían puesto. Esto no es información,
es pura banalidad. Con ese criterio cualquier día me detendrán porque no
soporto “Paquito el chocolatero”.
El martes 30 una impresionante portada amedrentaba a la
población: “Preparaba su propio
ataque”; según el Daily Mirror, Hasman Abedi,
20 años, hermano de Salman, arrestado en Siria, -fotografiado con una
ametralladora para mejor puesta en escena-, quería tener unos muertos que
pudieran llamarse suyos, su propia masacre para lograr la fama. Alarmado, me
detengo a leer la información con detalle y, ¿de dónde creen que sale tal
afirmación? No se lo pierdan:
“was planning his own atrocity, security sources fear”. O
sea, la portada aterradora es una suposición, indeterminadas “fuentes de
seguridad” temían que tal cosa pudiera suceder. Así nos comen el tarro.
Sin embargo, otros medios intentaron dar sensación de
normalidad; a la semana del bombazo del Manchester Arena, The Times ya pasaba
las noticias a páginas interiores y la bucólica foto de portada aparecía con un
agradable pie, “Happy family. The Cambidges in their garden at Anmer Hall…” anunciando
una entrevista del príncipe Williams para la revista GQ
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Barreras contra atropellos |
Claro que no todo el mundo podía posar despreocupado en
su lindo jardín; un diligente vecino alertaba de que el joven-bomba había
sacado la basura vestido con una chilaba, y enseñaba orgulloso a la prensa las
fotos que lo probaban. En mi inocencia, desconocía que fuera delito salir hacia
los contenedores en hábito inadecuado; en ocasiones hago tal tarea equipado con
unas zapatillas rotas a la altura del dedo gordo y en chándal; desde este momento
en casa me lo han prohibido taxativamente, a partir de ahora saldré con zapatos
negros, -limpios, a poder ser-, americana y corbata, que me dará aspecto más
respetable, y prometo mirar cuidadosamente a todas las ventanas. Por si las
fotos, ¿sabes?.

No faltan, claro, los que dicen que ya lo habían
advertido antes; la CIA, hace cinco años, al parecer, ya señaló que este
muchacho de Manchester andaba en malos pasos, y la comunidad islámica cinco
días antes de la masacre. Veo en la tele a un señor quejarse de que algunos de
los apuñaladores del Puente de Londres habían sido señalados por él a la
policía con antelación, sin que le hicieran caso. O quienes subrayan que la
familia Abedi había llegado procedente de Siria y “que se estuvo aprovechando
de las ayudas estatales”.
En definitiva, las patrullas de jóvenes armados, sean
militares o policías, se despliegan por toda la ciudad, aunque no sirvan para
nada, en un intento de dar idea de que se preocupan por nuestra seguridad. A la
vez nos asustan, para que no salgamos demasiado a la calle; curiosamente estas
medidas son complementadas con el recorte drástico de los derechos individuales.
Verbigracia, en Francia llevan casi dos años con legislación especial, muy útil
para otros menesteres menos confesables; en España algunas personas detenidas
en conflictos laborales o sociales, corren el riesgo de que les apliquen la ley
antiterrorista.
Ese
extraño concepto de terrorismo. No debemos olvidar que en
este agitado mundo el calificativo “terrorista” puede cambiar fácilmente a “héroe
de la libertad”. Los primeros gobernantes de Israel diez minutos antes eran
perseguidos por los ingleses; ellos mismos llaman ahora terroristas a los
palestinos a quienes robaron sus tierras. Los talibán que ahora matan
americanos fueron armados por los USA contra la URSS. Sadam Hussein o Mamuar al
Gadafi tornaron de ser aliados de Occidente a demonios perseguidos. El recientemente
fallecido general Noriega pasó, de la noche a la mañana, de gendarme yanqui en
Panamá a maldito narcotraficante. También es bueno recordar que a todos ellos
les hemos vendido armas, y las seguimos vendiendo, aunque luego se vuelven
contra nosotros.
Pero ahora es lo que toca: El Capital siempre tiene que señalar
a un malvado, para que veamos bien claro quiénes son los buenos. Desde la falta
del Muro de Berlín se han
quedado sin malo oficial. Con Irán y Corea prefieren
no andar jugando, porque pueden hacer pupa física; y con China ni una broma
porque hace el daño en contante y sonante, gran parte de la deuda exterior USA
está en manos de banqueros chinos. Así que le toca a algo indefinible que han
dado en llamar el Islam; no tiene cara, pero ellos deben conocer bien los
rasgos. Como siempre, un ejemplo: El UKIP es un partido fascista que ha hecho
mucho daño acusando a los inmigrantes de hundir a Inglaterra; ha sido uno de
los mayores agitadores contra la permanencia en la Unión europea, incluyendo en
sus argumentarios datos falsos sin sonrojarse; tiene, por cierto, como
particularidad este partido que su símbolo es el de la libra esterlina. Pues bien,
en la propaganda electoral de Mr. Mcilvenna, Peter, su candidato para la
jurisdicción Ealing North se nos indica claramente que unos demonios sustituyen
a otros: “El Islam radical es tan peligroso para la sociedad británica como lo
fue el Comunismo.”
La única
solución es la Justicia social. Decía el Daily Mirror,
“Corbyn demands rethink on terror”, y fui rápidamente a leer la noticia. Nada,
lo dicho, la única idea que se le había ocurrido, en este “repensar acerca del
terrorismo” era la de siempre, más hombres, más armas. Craso error; una persona
que tiene un trabajo digno, que es pagado adecuadamente por ello, que puede ir
al cine con sus hijos, no piensa en andar a tiros con nadie. Se tirará al monte
primero aquella que vea pisoteados sus derechos, con dificultades para ganarse
dignamente la vida, la que pese a trabajar no puede educar a sus hijos ni
asegurarles la salud., la que ve robada su pensión por un banco sin entrañas
(Ya, ya sé que “banco sin entrañas” es pleonasmo).
Es una desgracia que mueran gentes en actos de barbarie;
es lamentable que se ataque un concierto de pacíficos adolescentes, pero no
olvidemos que cuando la Otan bombardeó Serbia los proyectiles de uranio
empobrecido no pedían el carné de militar a las víctimas; que cuando Israel arrasa
Gaza no solicita que primero salgan los niños, incluso las escuelas han sido
objetivos de su aviación; que cuando los occidentales arrasamos Bagdag buscando
las armas que no había, cayeron familias que no nos habían hecho nada; que
cuando el Patoso Donald Trump dio la orden de tirar “la madre de todas las
bombas” no fue sobre un destacamento militar. Nuestras injusticias, nuestras
atrocidades, se vuelven contra nosotros.
Un conocido del asesino suicida Salman Abedi pone el dedo
en la llaga: “Yo pienso que él vio niños y niñas musulmanes moribundos por
doquier, y buscaba venganza”
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