La sonrisa. Eso fue lo primero que me vino a la cabeza
cuando me llamó Carmen para comunicármelo: “Una mala noticia…se nos fue
Esteva…esta noche”.
Al día siguiente estábamos todos; se lo comentaba a
Carlos esto de la sonrisa, y él decía con pena: “Siempre estaba en todas”. “Sí, pero la calidad…” Y
Verónica, con los ojos empañados, “”Cierto, que hay otros que también están,
pero a veces casi mejor que no”. Se llenó la sala. No hay fotos, no vienen a
cuento en esta circunstancia. Bendita costumbre que estamos poniendo en práctica
de despedir a los nuestros como se merecen; ¡bendita liturgia laica!
Roberto González Zapico, para los muchos amigos Esteva.
La sonrisa y el compromiso fueron saludados por todos los oradores. Abrió el
acto la Charanga Ventolín, “que tanto le gustaba, con la que compartió tantas ventoleras republicanas”, nos dijo Falo. Irene, la
hija, sacó fuerzas de donde casi no quedan para agradecer al buen padre su
generoso ejemplo, que ella promete enseñar a los nietos. “Siempre estaba ahí;
para todos, para luchar por un mundo mejor…” Mario contaba su capacidad para
limar asperezas, para trabajar por la unidad, bien escaso entre las izquierdas,
“siempre con una sonrisa, con una palabra amable”. Y citó a Bertolt Brecht; ya
sabes, esa poesía que señala que está bien la gente que lucha una jornada, pero
los imprescindibles son los que pelean todos los días.
Cándido, antes de romper en sollozos, fue capaz de
recordar la experiencia con él en las Marchas de la Dignidad, y de quejarse de
la injusticia de la vida: “Hubiera merecido más crédito de horas”.
"Fue Falo, el liante, el que
me preguntó si podía ir, porque como yo tenía furgoneta…Nos lo comentó a René y
a mí; somos todos amigos de la infancia, y de militancia, y de todo. Lo de 'Esteva' viene de los años de la
clandestinidad.
La verdad es que pensé que
no podría ir porque estaba trabajando, pero se me acabó el contrato, -por
cierto, tuve que andar con demandas para cobrar-, y entonces decidí incorporarme
a las Marchas. Yo me convencí solo, tenía claro que había un motivo para
pelear: la Dignidad… ¡Bastante me imaginaba el éxito en Madrid!, la 'mareona' que se iba viendo cuando
pasábamos por los pueblos”.
Sus palabras han quedado escritas, en el libro que cuenta
la aventura de la columna asturiana camino de la capital del reino, “485’2
kilómetros en las Marchas de la Dignidad”.
Me quedan de entonces sus cariñosos
abrazos, ¿Qué pasa, Miguelín?
Bromeamos con lo de “presentación mundial del libro”, lo tomó tan en serio que vino
a La Felguera de corbata. En la foto sale escribiendo la dedicatoria de puño y
letra en su página, la 131; la agradezco y la releo hoy con cariño, una frase
dice Un placer compartir contigo andanzas
y polideportivos (el resto queda para mi uso personal).
Falo, el liante, hizo lo que pudo para superar la voz
quebrándose. Era normal que fuera él quien despidiera a Rober, ”como lo llamaba su
madre; conociéndola a ella es fácil saber por qué él era así… Lo primero que
recibes es su sonrisa; recordarle nos hará bien. Estamos tristes por la persona
que nos acompañó camino de Madrid, con
la furgo cargada de buen humor; su imagen nos recordará la alegría. Dio ejemplo
hasta para despedirse; no se encerró, mientras pudo quiso compartir con los
amigos un cantar, una tortilla, unas de sidra…Seguiremos peleando como él nos
enseñó con su ejemplo; así ganaremos la batalla. La más importante. La batalla
del olvido”.
Cerró el acto el Himno de Riego. Yo pensaba entonces en
Brecht, pero no en aquello de la lucha, sino en algo más tangible; algo
absolutamente material, pero con una profunda carga simbólica.
Hambriento, ¿quién te alimentará?
Si quieres pan, ven con nosotros,
los que no lo tenemos.
Déjanos enseñarte el camino
Los hambrientos te alimentarán.
Después de Villacastín, el pelotón astur que caminaba hacia Madrid, tuvo que aplicar un ERE al
irresponsable de cocina, negociado que pasó, para nuestra alegría, a manos del triunvirato
Esteva, Poli, Nembra. Las siguientes etapas fueron gozosas, y el mismo Rober lo
relata de su pluma:
Luego disfruté mucho siendo
cocinero, con Nembra y con Poli; el agradecimiento de la Columna, que nos
aplaudió y todo. Así es que varios días después de terminada la Marcha todavía
andaba yo en ella; soñaba que tenía que coger las maletas…
Esteva, collaciu: habete conocío compartiendo caleyes y polideportivos, fízome pensar que tenía
que ser más xenerosu con la Humanidá. Gracies por enséñamelo como faen los
bonos maestros, con el to enxemplu. ¡Un abrazu, amigu!
Vídeo en You tube de Carmen Martín:
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