El señor funcionario de prisiones debe velar por la
seguridad. La propia y la de los internos, que también son de dios; malos, sí,
pero hay que tratarlos como si fueran personas humanas. Así que cogió el
paquete, lo sopesó y decidió que era sospechoso. No merece la pena perder el
tiempo usando el escáner, que además consume energía y no está el presupuesto
para bromas. Hizo la anotación pertinente y lo devolvió. Objeto extraño, rechazado por
seguridad.
Un libro.
Objeto peligroso que ayuda a la gente a pensar. Se
empieza mirando una novela y luego le puede dar a uno por coger un libro de
poesía, o por decir que quiere hacer teatro en la cárcel. O, lo que es peor,
leyendo Filosofía, esa asignatura que el ministro Wert ha perseguido hasta la
extenuación para que las jóvenes generaciones aparten de sí la funesta manía de
pensar.
Un preso con un libro puede poner en peligro todo el
sistema penitenciario.
No es fácil entrar en prisión en este país: El ex jefe de
la policía local de Oviedo, de quien me cuentan que en la Universidad le
gustaba aporrear cráneos de rojos, está condenado en firme por la Audiencia provincial
porque quiso tapar a un amigo que, conduciendo en estado de embriaguez, originó
un accidente de tráfico con consecuencias graves. El expediente se traspapeló.
Demostrada la autoría de este señor le esperan dos años y pico de trena; pese a
sus declaraciones de que le gusta dar la cara está en búsqueda y captura. Eso
sí, “con la conciencia tranquila”. Ni uno solo de estos personajes tiene el
valor de hacer lo que nosotros de niños; “Sí, señora, le he roto el cristal de
un balonazo; se lo pago”.
No dan con él ni en el piso, ni al teléfono. Mala suerte.
Les sugiero que miren en el apartamento de Salinas, con este tiempo estará en
la playa. Sin embargo a otros los encuentran pronto, con la condición de que
sean gentes que hayan plantado cara al Sistema. La nueva Ley de seguridad
ciudadana te garantiza prolongadas estancias a la sombra con tal de que te
quejes de manera poco educada. Si te parece que el gobierno te está timando no
grites, ve con buenos modales y comenta: “Me está su señoría incomodando,
¡mecachis!”
Ahora bien, los condenados por opinar que esto es un robo
no son considerados presos de conciencia; o sea, presos políticos. ¡Que esto no
es Venezuela, señor mío! Esto es un país civilizado donde el antiguo jefe de la
policía local de Oviedo, que quiso ayudar a un hostelero borracho, se considera
perseguido por tal acto de caridad humana. Él no se puede comparar a esos sindicalistas andaluces zarrapastrosos, que
ocupan fincas y tal.
El objeto sospechoso devuelto por seguridad, iba para
Andrés Bódalo, uno de esos que se empeña en quejarse de que en el sur hay fincas sin aprovechar y brazos sin trabajo; que digo yo, que aunque sea verdad por qué tienen que andar señalando, hombre. ¡Qué poco estilo, estos obreros, chica!
El remitente de Ripollet había escrito claramente su dirección, nada que llamara a desconfiar, por tanto. El envío
era certificado, la funcionaria de Correos lo había admitido sin necesidad de
más trámites que cubrir el formulario y pagar; que también en el departamento
de clasificación hay controles de seguridad. Por lo menos le han devuelto el
libro, podrá intentarlo de nuevo; eso sí, debe empaquetarlo en el cuartel de la
Guardia Civil más próximo, delante del comandante de puesto. Si es que en ese
sitio puede entrar un libro, que creo yo que sí, porque ya he visto uno.
El Sindicato Andaluz de Trabajadores SAT, me dice que el
24 es el cumple de Bódalo, que le felicite; no es mala idea, incluso me parece importante difundirla, anímate.
Tengo
a mi derecha un ejemplar de los Diarios de Henry David Thoreau, un tipo capaz de
escribir “En realidad, el hombre trabajador
y esforzado carece de tiempo libre para desarrollar una vida íntegra y
propia…No tiene tiempo para ser otra cosa que una máquina” (Walden, 1845).
No me atrevo a enviárselo. Mejor mando una postal.
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