Cuando
llegó estaban estibando el carro; nada sospechoso, aparentemente: los
trabajadores de una compañía de las que se dedican al montaje de eventos;
paneles, piezas de una tarima, kilómetros de cable, cajas con materiales eléctricos
diversos…
Lavapiés |
La
cantidad de fuerzas de seguridad policial, eso fue lo primero que le saltó a la
vista. Madrid estaba lleno de patrullas de la Policía local, -tiene una cierta
lógica-, Guardia civil, -sorprendente, porque es un cuerpo de ámbito rural-, y
Policía nacional, en grupos de a tres, cargados de armas, fusiles ametralladores
incluidos, y con chaleco antibalas. El dibujante le comentó, “quieren que
veamos que nos protegen”; él dijo: “quieren acojonarnos”.
Ilustración de Enrique Flores |
No
había amanecido el día como para piscina, de modo que no tuvo disculpa, se pasó
toda la mañana con la novela, papel y lápiz. Al final de la mañana paseo para
desentumecer. Pensó que mejor comer ligero. Cogió la bandeja de la barra y salió
a la terraza; bocata, refresco de cola y el periódico, una pausa para seguir
escribiendo luego en la habitación del hotel.
El gremio artístico no siempre es puntual, eso es
sabido. Dio tiempo de comentar sobre casi todo, la Semana, el tiempo en
Asturies, las Generales (El misterio de la Santísima trinidad: entre esta tropa
tampoco nadie votó a Mariano, el electo), las obras de cada quién, los
proyectos, lo mal pagada que está la profesión…Todos afuera para la foto de
familia; enfrentados a tantos paparazzi los nuevos se sonrojaban.
En
la barra se había puesto a su lado el encargado del grupo de montaje; pese a
que no había nadie más tuvo que desplazar la bandeja a la izquierda para
dejarle sitio, no le dio importancia a la ocupación de su espacio. Sentado,
leyendo, de pronto a su espalda ¡dos explosiones!
Álex Zapico y Ángel de la Calle |
Los
dos metros de altura del carro, cargados con un quintal de material eléctrico
se desplazaron hacia la derecha y calleron sobre la terraza con gran estruendo;
sillas y mesas fueron tumbándose como fichas de dominó a su espalda. Los
operarios quedaron paralizados ante la inminencia del desastre; la señora de
enfrente y la hija adolescente quedaron congeladas en una instantánea viva, los
brazos acodados en la mesa, el bocadillo a la altura de la boca, abierta de par
en par. El camarero quedó petrificado a la puerta.
Llegada puntual a Gijón. Apenas nos da tiempo de sacar
las maletas cuando los portavoces municipales asaltan a los recién llegados; seguramente
se inmortalizará el momento y tienen que estar en el registro. Uno de ellos me
saluda efusivamente; me pregunto si me conocerá de algo. Puede…Me despido de la
compañía y les advierto que viene a recibirnos ni más ni menos que la Charanga
El Ventolín; la más republicana, la más solidaria de las charangas. Ha venido
con la formación de gala. No me quedo para la foto oficial, me trata con menos
cinismo mi familia.
Casi
siempre controló sus nervios, hasta en los momentos más comprometidos; en esta
ocasión movió ligeramente la cabeza para comprobar que el desastre había
quedado a medio metro de su espalda. Quiso hacer una broma, “es que vais como
locos…” Los operarios habían dejado de discutir por la nómina del mes anterior,
se concentraron en lo que pasaba ahora, “han reventado dos ruedas, por el
exceso de peso”. El camarero se acercó más que prudente, casi temeroso, “ha
tenido usted suerte”. El encargado no abrió la boca; después de dos paseos
balbuceó una disculpa. “Me alegro de haber salido con vida”, cortó; siguió con
el bocadillo y con El País, cada día más portavoz del Sistema, por cierto.
Ilustración de Ana Galvañ |
En
el hotel escribió, a lápiz, en la página 573, que “a las 18’15 del día 7 de
julio de 2016 (San Fermín, oiga), en la habitación 313”, había terminado de
leer por primera vez la novela de Leonardo Padura “El hombre que amaba los
perros”. Pensó que seguramente esta terrible historia de conspiraciones, espías,
estalisnistas mendaces, muertes aparentemente casuales, personalidades
falsificadas y miserias varias, había influido en la delirante idea de un
atentado fallido a medio día en la estación de Chamartín.
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