Llegué a León con mal cuerpo; desde el día anterior
andaba metido en un asunto casi banal para los tiempos que corren, un despido.
Uno más. La injusticia, el disgusto, la rabia de la víctima…Pero no es uno más,
no puedo soportar que, precisamente en la institución donde se debe ayudar a
los maltratados por el sistema, se maltrate a los trabajadores propios. Todo el
recorrido con mensajes y más de media hora de llamadas telefónicas; al final
tenía fiebre y ninguna gana de sonreír.

Sin embargo hay amistades que hacen salir el sol. Y
algunas de ellas se reúnen en el anfiteatro de San Marcos el último viernes de
cada mes, el Ágora de la Poesía cumplía treinta nueve ediciones. Javier Cartago
dice que va a hablar de cincuenta millones, que es un poco más de la población
de España, corresponde al número de refugiados que las guerras actuales han
generado en el mundo; toda una españa entera de parias intentando sobrevivir,
mientras nosotros queremos hacer como que no los vemos, Toda mirada es turbia/ en el
paraíso perfecto. Nuestra rapiña de occidentales obesos ha generado su
ruina y ahora nos asustamos porque vienen a reclamar que les devolvamos lo
robado. La isla se aísla, En Doncaster,
con unos 130.000 habitantes y feudo laborista, el ‘Leave’ se ha impuesto por el
69% de los votos…contra la inmigración…Los ciudadanos de la Inglaterra que
ha bombardeado Irak dicen que ha aumentado la delincuencia en su casa, que tienen
que esperar un poco más para ir al médico.
Estamos volviéndonos locos. Hace unos meses el autobús a
Gijón vino con un considerable retraso, casi una hora; cuando le pido
explicaciones al conductor la señora del primer asiento me regaña. Por su culpa vamos a llegar tarde. Yo
era el culpable de que la compañía no tuviera un autobús de reserva en caso de
avería, de que el de la ruta alternativa pasara por delante de nuestras narices
sin avisarnos, de que en las oficinas del Consorcio de transportes nadie
cogiera el teléfono. Lo mismo que para los habitantes de Doncaster la culpa de
que no haya médicos suficientes no es de los presupuestos de Cameron, sino de
los búlgaros que han llegado a ver si podían ganarse el pan.
Ahora podría ser que jóvenes españoles que han ido a
buscarse la vida al Reino Unido tuvieran dificultades, que nos los devuelvan
por quitar puestos de trabajo a los nativos; y nos quejaremos. Sin embargo
queremos echar a los senegaleses, que casualmente también han venido a ganarse
los garbanzos, sólo que no han cruzado la mar tan cómodamente como nuestras
chicas; los cuerpos de muchos de ellos están dando de comer a las sardinas que
nosotros degustaremos este verano. La
inocencia habita en el naufragio/ la espera es un canto en cualquier playa/ No
hay linimento para curar el dolor/ no hay llanto para detener el miedo.

Hubo
mucha gente en el Ágora, ya es internacional, con leoneses, asturianos,
aragonesas, andaluces, señora mayor que pide recitar pronto, por el frío,
Irene, la chica joven que nos deja con la boca abierta, Felipe que recuerda al
moro de la morería, Marcelo, paradigma de persona llegada de allende los mares:
con ese acento que yo nunca distinguiré de un lado u otro del Mar del Plata
recita a Juana Ibarbourou, uruguaya, de padre de la Lorenzana de Lugo, en un
poema que se usa en las escuelas para aprender a no discriminar: Porque es áspera y fea/ porque todas sus
ramas son grises/ yo le tengo
piedad a la higuera. Marcelo
es fotógrafo, ha ganado (ver foto de La Crónica) el concurso de Ecologistas en
acción para defender la Plaza del grano, único ágora original de la Edad Media,
que la sinrazón municipal quiere cargarse y el pueblo leonés se resiste hace un
cuarto de siglo. Este extranjero está por salvarla, así como ha venido a San
Marcos para ver si consigue una foto que sirva de portada al segundo libro que
generará esta original asamblea de poetas con los pies en las piedras
veteranas. Casi treinta recitantes han estado en la noche del viernes a la luz
de candil y linternas, con un pobre megáfono de mano, chocolate y bizcocho. Se
levantaron otras voces por los inmigrantes, que ya se ve que es necesario
gritar para despertar conciencias, los
cascos dan música a los sordos/ y los que ven se ponen gafas de madera; ya
se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere oír.
El sábado estuve meditando, como me ordenaron; hoy
domingo me preparo para ir a votar, desayuno con pastas de Verena Fernández, de
La Milla del Río, en la ribera del Órbigo; acompañaré al colegio electoral a un
matrimonio de amigos ciegos que ven más allá de sus narices y cuando introduzca
las papeletas en la urna seguiré teniendo en la cabeza las letras de Javier
Cartago: Podremos ser la civilización/ la
cultura de las culturas/ el ego de los egos/ Pero sin generosidad/ sin
dignidad/ todo el trabajo es baldío/ toda espera un genocidio.
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