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Con la venia, Sr. Serrano




Hago referencia a su artículo del viernes, en el que recomendaba a la ilustre letrada, Señora Taboada “guardar sala”. Bien sé que no es usted usuario habitual de medios cibernéticos, pero debo recurrir a ellos puesto que no tengo la posibilidad de acceder a las redacciones analógicas; claro que, como Usted bien me dice, jamás llegaría a publicar en ellas, con esta manía perfeccionista de corregir cuanto escribo.

Habló la Señora Taboada, en calidad de vicealcaldesa, acerca de los Premios Princesa de Asturies y abrió con ello el cofre de Pandora; todas las fuerzas vivas cargan contra ella, pedirán su dimisión y puede que el ostracismo. No es su caso, discrepo del fondo de la crítica, pero le felicito por las formas; Usted sí que sabe distinguir entre la ironía, el sarcasmo y la mofa, plausible en estos tiempos en que se cuida tan poco el estilo. El mismo periódico que fue pionero en editar un libro al respecto, hablaba de una señora de Ucrania que acaba de ganar, según su titular (*), el premio Novel.

Es curioso que en este momento que hay centenares de periodistas en paro, que los titulados han desalojado a los veteranos corresponsales de aldea, sean los mejor formados peores redactores que los aficionados. En el mismo diario donde usted publicó su crítica se daba al día siguiente esta noticia: “Arlós tierra de vinos. Elegimos las mejores uvas para que salga bueno” ¡Hasta ahí podíamos llegar! Poco futuro tendría un viticultor que afirmara lo contrario, “embotellamos la puxarra, que la gente es boba”. Me recuerda una de las anécdotas que me ocurrieron en una época en que hacía selección de personal. Se presentaron a la entrevista dos personas, padre e hijo; al progenitor le costó trabajo entender que debía abandonar el despacho, puesto que no era él quien aspiraba a la plaza; tuvo que salir recalcando: “¡El neñu ye muy trabayaor!”

Un titular puede convertirse en un editorial, bien lo sabe Usted. Y una foto. La que ilustra este artículo está firmada por Irma Collin, joven veterana; el resto del reportaje no desmerece, como comentaremos. Cuando vi la imagen la primera cuestión que me vino a la cabeza es que a mí me pasaba lo mismo: desconfiaba de la leche de antes; se hervía, y como la que traía la Jorobina de Cuturrasu no estaba demasiado bautizada, criaba una nata amarilla muy buena para hacer galletas. Pero si no se colaba bien a mí esa nata me daba un asco que me moría, así que mientras todos la bebían con dedicación profesional, -como en la foto-, yo pondría cara de repunantín mientras examinaba el vaso, no sea el demonio que tenga nata.

Anda el Señor Sánchez de gira, generando imagen, seguido de una compañera que lo cuenta casi todo en las Redes,  aunque a veces parece que se la organiza el enemigo, porque la cara que pone delante de las vacas (*) y esa expresión de “¡Madre mía, yo pensaba que eran más pequeñas!”  son tan dignas de figurar en una antología de la campaña boba como cuando, hace apenas cuatro días, dejó tranquilas a las buenas gentes de las cuencas mineras asturianas al asegurar en La Felguera que “No se cerrará la planta de Hunosa”. O la ocurrencia de discrepar en público sobre el cupo vasco con su delegado en estos lares, Sr. Fernández, Javier. Supongo que estará Usted de acuerdo conmigo, Señor Serrano, en que al gabinete del líder de la oposición hay que aplicarle un ERE, por bajo rendimiento continuado.


Pero no andábamos en esto, hablábamos de princesas. Mire Usted, yo suelo ir todos los años al Campoamor; para ser más preciso enfrente, a la Escandalera. En queja cívica por una fiesta que ha pasado a sustituir a la ópera en cuanto a escaparate de vanidades; hace unos años los eventos líricos eran tratados más por un cronista de ecos de sociedad que por un crítico musical; ahora ya pueden acudir gentes sin corbata y otros proletarios, que han vuelto demasiado vulgar la temporada. Sin embargo, a los Premios hay que ir por rigurosa invitación; no se cuela nadie, y los obreros van limpios de casa, con sus acompañantes vestidas de señoras, aunque se las distingue bien de las que lo son de verdad, (por el estilo, ya Usted me entiende)

El populacho debe estar afuera, convenientemente vigilado por un guardia malencarado cada veinte metros. Claro que la gente va cansando; en los tres últimos años se concentran algunos cientos de personas a las puertas del Reconquista y del teatro; en el trayecto por General Yagüe, Toreno y primer tramo de Uría no tiene más espectadores que los propios policías, así que los invitados menos glamurosos, que hacen el trayecto a pie, se avergüenzan y no caminan por el centro de la calle, sino por la acera. Para dar sensación de gentío ha venido bien la contratación de todas las bandas de gaitas disponibles, y los premios a la Cruz Roja o a la ONCE, que llevó a sus afiliados por centenares en autobuses. Era de ver, a la entonces princesa, Letizia Ortiz, saludando desde su coche, las ventanas cerradas, con la mejor de las sonrisas y un elegante movimiento de manecita, ¡a los ciegos! (Perdón, y a las ciegas)

No estoy en contra de premiar a Susan Sontag, por poner un ejemplo, o a Padura, o a Lledó, o a los descubridores del famoso bosón, ¡faltaría más! Ahora bien, la Fundación no está desarrollada para eso; Graciano no engañó a nadie, desde el principio dejó bien claro que se creaba para relacionar mejor a la institución monárquica con Asturies; es decir, es una herramienta de promoción de la Corona. Ese es el terreno de juego; por ende, sí a que se fomenten la sabiduría y la investigación, no a que se haga publicidad, a mi costa, de un anacronismo antidemocrático. Caro, además. Volveré a estar este año en el Campoamor; enfrente, quiero decir.

(*) Agradecido a Isabel Menéndez y Vicente Morales por su colaboración con estas noticias.

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