Hago referencia a su artículo del viernes, en el que
recomendaba a la ilustre letrada, Señora Taboada “guardar sala”. Bien sé que no
es usted usuario habitual de medios cibernéticos, pero debo recurrir a ellos
puesto que no tengo la posibilidad de acceder a las redacciones analógicas; claro
que, como Usted bien me dice, jamás llegaría a publicar en ellas, con esta
manía perfeccionista de corregir cuanto escribo.
Habló la Señora Taboada, en calidad de vicealcaldesa,
acerca de los Premios Princesa de Asturies y abrió con ello el cofre de
Pandora; todas las fuerzas vivas cargan contra ella, pedirán su dimisión y puede que el ostracismo. No es su caso, discrepo del fondo de la crítica, pero le felicito
por las formas; Usted sí que sabe distinguir entre la ironía, el sarcasmo y la mofa, plausible
en estos tiempos en que se cuida tan poco el estilo. El mismo periódico que fue
pionero en editar un libro al respecto, hablaba de una señora de Ucrania que
acaba de ganar, según su titular (*), el premio Novel.

Un titular puede convertirse en un editorial, bien lo
sabe Usted. Y una foto. La que ilustra este artículo está firmada por Irma
Collin, joven veterana; el resto del reportaje no desmerece, como comentaremos.
Cuando vi la imagen la primera cuestión que me vino a la cabeza es que a mí me
pasaba lo mismo: desconfiaba de la leche de antes; se hervía, y como la que
traía la Jorobina de Cuturrasu no estaba demasiado bautizada, criaba una nata
amarilla muy buena para hacer galletas. Pero si no se colaba bien a mí esa nata
me daba un asco que me moría, así que mientras todos la bebían con dedicación
profesional, -como en la foto-, yo pondría cara de repunantín mientras examinaba el vaso, no sea el demonio que tenga nata.
Anda el Señor Sánchez de gira, generando imagen, seguido
de una compañera que lo cuenta casi todo en las Redes, aunque a veces parece que se la organiza el
enemigo, porque la cara que pone delante de las vacas (*) y esa
expresión de “¡Madre mía, yo pensaba que eran más pequeñas!” son tan dignas de figurar en una antología de
la campaña boba como cuando, hace apenas cuatro días, dejó tranquilas a las buenas gentes de las cuencas mineras
asturianas al asegurar en La Felguera que “No se cerrará la planta de Hunosa”. O la ocurrencia de discrepar en público sobre el cupo vasco con su delegado en estos lares, Sr. Fernández, Javier. Supongo que estará Usted
de acuerdo conmigo, Señor Serrano, en que al gabinete del líder de la oposición
hay que aplicarle un ERE, por bajo rendimiento continuado.
Pero no andábamos en esto, hablábamos de princesas. Mire
Usted, yo suelo ir todos los años al Campoamor; para ser más preciso enfrente,
a la Escandalera. En queja cívica por una fiesta que ha pasado a sustituir a la
ópera en cuanto a escaparate de vanidades; hace unos años los eventos líricos
eran tratados más por un cronista de ecos de sociedad que por un crítico
musical; ahora ya pueden acudir gentes sin corbata y otros proletarios, que han
vuelto demasiado vulgar la temporada. Sin embargo, a los Premios hay que ir por
rigurosa invitación; no se cuela nadie, y los obreros van limpios de casa, con
sus acompañantes vestidas de señoras, aunque se las distingue bien de las que
lo son de verdad, (por el estilo, ya Usted me entiende)
El populacho debe estar afuera, convenientemente vigilado por
un guardia malencarado cada veinte metros. Claro que la gente va cansando; en
los tres últimos años se concentran algunos cientos de personas a las puertas
del Reconquista y del teatro; en el trayecto por General Yagüe, Toreno y primer
tramo de Uría no tiene más espectadores que los propios policías, así que los
invitados menos glamurosos, que hacen el trayecto a pie, se avergüenzan y no
caminan por el centro de la calle, sino por la acera. Para dar sensación de
gentío ha venido bien la contratación de todas las bandas de gaitas disponibles,
y los premios a la Cruz Roja o a la ONCE, que llevó a sus afiliados por
centenares en autobuses. Era de ver, a la entonces princesa, Letizia Ortiz,
saludando desde su coche, las ventanas cerradas, con la mejor de las sonrisas y
un elegante movimiento de manecita, ¡a los ciegos! (Perdón, y a las ciegas)
No estoy en contra de premiar a Susan Sontag, por poner
un ejemplo, o a Padura, o a Lledó, o a los descubridores del famoso bosón,
¡faltaría más! Ahora bien, la Fundación no está desarrollada para eso; Graciano
no engañó a nadie, desde el principio dejó bien claro que se creaba para
relacionar mejor a la institución monárquica con Asturies; es decir, es una
herramienta de promoción de la Corona. Ese es el terreno de juego; por ende, sí
a que se fomenten la sabiduría y la investigación, no a que se haga publicidad,
a mi costa, de un anacronismo antidemocrático. Caro, además. Volveré a estar
este año en el Campoamor; enfrente, quiero decir.
(*) Agradecido a Isabel Menéndez y Vicente Morales por su colaboración con estas noticias.
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