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¡Cumpleaños feliz, Ágora!




En el hotel todavía tienen puesta la calefacción central, es posible que la dejen hasta el cuarenta de mayo, por eso resulta tan inusual que se puedan reunir doscientas personas en el anfiteatro, al aire libre, en la noche leonesa; tanto que hasta la Luna, en creciente, se asoma para ver el insólito espectáculo ante San Marcos.Más que sorprendente casi milagroso; han soportado las inclemencias del carácter de la gente adusta y de la dura climatología local. Se combate el frío normalmente con chocolate, al que hoy se han añadido tartas, velas y cuelgas. Las cuelgas son riestras de caramelos, chucherías y pequeños regalos que se imponen a quien cumple, y el Ágora celebra. ¡Segundo aniversario! Insólito, veinticuatro meses consecutivos; el último viernes, llueva (a veces) o hiele (casi siempre), se reúne este inefable conjunto de personalidades variopintas a las diez en punto de la noche. Doscientas han llegado hoy desde diferentes pueblos y ciudades del hispánico mapa, incluso se han añadido peregrinos que pasan hacia Santiago, atraídos por la fama de la celebración.
Abre el fuego Sandra (Sánchez), fundadora; ella fue la que convocó aquel primer evento que, como quien no quiere la cosa, reunió a más de sesenta pioneros. En el primer Ágora recitó un barrendero. Lo concebimos como un lugar abierto para que se expresara todo el mundo…la Poesía como herramienta de cambio social”, me cuenta, y va detallando la ilusión de los primeros pasos.
Le tocó a Chus (de la Fuente) una tara difícil: desde la Facultad de Matemáticas de Madrid han hecho llegar un poema de Tartaglia, un matemático que quiso explicar su ciencia a la manera de Dante; a ella le correspondió el honor (¿o castigo?) de recitar en italiano la solución para la ecuación de tercer grado, expresada en tercetos: “Quando che’l cubo con la cosa apresso/se agguaglia qualche numero discreto/trovan duo altri, diferente in eso”



Puri (Sánchez) dedicó su intervención a Juan José Huertas, 53 años, parado de larga duración, amenazado por el desahucio, que está en Huelga de hambre en Fuenlabrada. Le sirvieron, sin duda, los consejos de la experiencia que hace un año vivió Ramiro (Pinto), siguiente recitador, que me contaba también los inicios de estas reuniones nocturnas: “Fuimos Yolanda y yo a ver un recital de El Príncipe contrahecho y El Pez de Fuego, y no acudió nadie, ni siquiera uno de los recitadores, El Pez; luego comentamos en la tertulia que era una pena, con lo bien que lo hacen. Nos planteamos hacer algo abierto, en una plaza, para facilitar la participación; el anfiteatro de San Marcos es un sitio ideal, y estaba sin uso, así que Sandra creó una convocatoria por facebook y aquí vinimos, sin demasiadas expectativas, pero con unos versos y una linterna. Aparecieron más de sesenta personas y hasta hoy”.
Siempre que acudo lo hago con el compromiso de leer; obra ajena, desde luego, que ni soy poeta ni lo quiero ser. Para esta ocasión aporté dos temas. “La meva primera llibrería”, de Antònia Vicens, en traducción doméstica asesorada por mis amistades mallorquinas, “A poc a poc deixava/de ser moble/i passava a Santuari/La llibrería”, la ilusión de una adolescente por leer y el orgullo de sus apdres por ayudarla a conseguirlo: “Llibres en una casa de pobres!”. Y “Si yo fuera picador”, de José León Delestal, dedicada a los seis del Pozo Emilio, muertos por el grisú hace año y medio; el dolor de sus familias se mitiga un poco por la decisión de la jueza de sentar en el banquillo a la dirección de la Hullera, “Cuatro mineros lo llevan/a cuestas por la colina/cuatrocientos le dan guardia/con lámparas encendidas”.
Amigo de uno de los caídos es Mario González, minero el mismo, ahora jubilado y dedicado a construir instrumentos musicales. Vive en La Robla, está haciendo el camino de Santiago desde Roncesvalles y va por los pueblos cantando y tocando el rabel. Hablamos del dolor de aquellos funestos días y de la alegría de su amistad con Joaquín Díaz, que le ha abierto de par en par las puertas de su museo en Urueña. Antón es asturiano, se coge el pelo con dos pequeñas coletas y Yolanda dice, con razón, que se parece a Asterix. Siempre anda con un libro viejo entre las manos y una revolución entre los dientes, lo que no obsta para que le guste la Misa asturiana de Delestal casi tanto como las señoras. Más música: Una muy joven y bien adiestrada orquesta, mitad del Conservatorio, mitad de Juventudes musicales, nos regala cuatro piezas y nos invita al Auditorio para el próximo fin de semana.
El amigo Fernando Montes dedica su lectura, “Yo soy el que soy” a la revista Palavras contra el balium, recientemente fallecida; una pena, mantenía el papel en tiempos del electrón, la recordaré con cariño y siempre agradeceré su amabilidad de invitarme a colaborar. Javier Cartago, El Caminante, el estilo de terciopelo en el recitado de Marta Muñiz…pero también esta página virtual es finita, no puedo señalar (mis disculpas) a todas las personas que recitaron, incluida la espontanea ajena al evento que se unió a la celebración. Su novio no debía gustar de la poesía, “¡Si no les gusta que le tiren tomates!”, proclamaba escondido; se fueron en paz, abrazados amorosamente, hacia otras adicciones.
Sí debo señalar dos gotas más en este mar proceloso en internacionalidades, que ya escuchó recitar en chino; la mexicana Ángeles Rodríguez que nos enseñó con vehemencia a Carlos Pellicer Cámara, “El pueblo mexicano/tiene dos obsesiones/el culto de la muerte/y el amor por las flores”, y la argentina Mónica, la del Amelie, porque esto fue una poesía con estrambote: al día siguiente estábamos por la mañana buena parte de los mismos quejándonos contra la Ley mordaza en la Plaza Botines y por la tarde en el Café Amelie, Padre Isla, 10, celebrando el primer aniversario de la tertulia que allí se suele juntar.

Contra la Ley Mordaza en la Plaza Botines:








Café de Amelie, c/ Padre Isla:






No sería completa la información si no os contase que cuando el viernes a la tarde llegamos al Hotel Quindós, en la Gran Vía de San Marcos, nos recibió la presentación de un libro de poesía, “Rozando el cielo”, que Nieves Álvarez Nogal nos dedicó amablemente. Overbooking, casi, porque el día anterior había estado en el mismo sitio Lapizcero Ediciones con “La vida aprendida”, de Ana del Río. ¡Así es León!





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