Numerosas
calumnias y estereotipos funcionan según estructuras falaces. Por tanto, la
capacidad de detectar una falacia es uno de los elementos que contribuyen a una
vida democrática decente. Martha
C. Nussbaum, premio Príncipe de Asturias 2013.
Ya he escrito anteriormente sobre los intentos de
manipularnos desde el poder a base de falacias, que luego, repetidas un número
de veces suficiente desde los medios de comunicación, terminan arraigando entre
nosotros, a veces como verdades eternas; por eso es preciso que las señalemos.
Que un político vulgar, cuyo puesto de trabajo está en
cuestión cada cuatro años, quiera tomarnos el pelo no lo disculpo, pero lo
entiendo; que lo haga alguien que se autodefine como filósofo ya me parece
insoportable. El señor Bernard-Henri Levy aparece de tarde en tarde en las
páginas de un periódico que antes era serio; en su firma dice “BHL es filósofo”, y suele ilustrarnos sobre
asuntos turbios, tales como la necesidad del estado de Israel de defenderse
masacrando con bombas de racimo la población de Gaza o del Líbano, o la
inocencia de Strauss Kahn, casposo ex-presidente del Fondo Monetario
Internacional “que se vio sorprendido en su buena fe por una camarera en New
York”. Agradezco su capacidad para iluminarnos, perdidos en este proceloso y
obscuro mundo.
Publica este domingo un artículo con valiente título, En defensa de Ángela Merkel. ¡Ostras,
esto hay que estudiarlo!, me digo, y provisto de lápiz y papel para tomar
apuntes, me concentro en las tesis del brillante profesor. Hace bastante tiempo que se insulta a Alemania, afirma; por lo que
pueda pasar desgrano sus argumentos, no sea que esté obrando injustamente con
toda una nación. Se queja, entre otras cosas, de que la Señora Merkel ha sido
retratada en las fallas de Valencia y de que su monigote acabó ardiendo en la hoguera del día de San José. Ya lo
saben los valencianos, Europa puede prohibir las fallas porque son insultantes;
es más, si se entera Don Jorge Fernández, ministro de Interior, ya no habrá otra
edición, ya no pasará caloret, la
alcaldesa. Claro que, por otra parte, se me ocurre preguntar, ¿hacer una broma
sobre una señora es insultar a toda Alemania? Me recuerda a Pujol, don Jordi, y
familia, argumentando que investigar sus chanchullos es atacar a Catalunya
entera.
Sus argumentos son de una profundidad filosófica que
empalidecería al mismo Kant, El problema
de esta germanofobia no es solo que sea estúpida…¿Pero no habíamos quedado
que insultar estaba feo, Monsieur? Éste es uno de los mejores: También hay que añadir la condición de mujer
de Merkel, y que el odio a las mujeres…Es decir, si no quiero que me acusen
de misógino no debo criticar una política económica que ha significado el
sufrimiento de millones de personas que pretenden vivir de su trabajo; por esa misma
razón si critico que Obama mantenga la vergüenza de la cárcel de Guantánamo
podrían acusarme de racista, ¡como el pobre es negro! (¡Uy, perdón!,
afroamericano).
La
gente ha comprendido que el antiamericanismo nacido de la extrema derecha…es un
aditamento del fascismo. Ha llegado el momento de que comprendamos que lo mismo
puede decirse de la germanofobia. Mire usted, Señor Levy,
vamos a ver si distinguimos: a mí me pareció fatal que los gobiernos USA
sembraran Viet Nam de napalm, que invadieran Santo Domingo, Granada o Panamá
cuando sus negocios peligraban, que hayan patrocinado el golpe de Pinochet o
aguantado a Videla, que no corten el suministro de armas a Israel…pero de eso
no tienen la culpa, más bien al contrario, Tania, por ejemplo, nacida en New York, que hace
teatro, es dietéticamente vegana y sabe de la economía española tanto como yo, ni los centenares de homeless de Central Park, ni los
trabajadores del sector del automóvil en Detroit, en tan espantosa crisis que
ya se asemeja a una ciudad fantasma en algunos barrios. No tengo nada contra la sufrida población norteamericana.
Cuando escribo estas líneas llega la noticia de la muerte de Günter Grass, que siempre me cayó bien, pese a su gesto adusto. Este hombre fue duro con los gobiernos alemanes, censuró la conducta de Bush con Nicaragua, llamó criminal a la CIA, se autocensuró por haber militado en las SS. ¿Se le puede llamar por ello germanófobo o antiamericano?
Discrepar de la política de Obama no es meterse con su color de piel; lo mismo que critico duramente las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional por el daño que hacen al bienestar y las libertades de los trabajadores, no porque tenga manía a Christine Lagarde, su elegante presidenta, que jamás me ha sido presentada. Claro que, habida cuenta de que me parecen irrisorios sus comentarios de presunto filósofo, de que considero una agresión a la gente sencilla que Hollande encargue a Valls el recorte de 50.000 millones, que no soporto el racismo de la Bardot y de que discrepo de la francesa jefa del FMI, podría usted, en su profundidad, en su riqueza analítica, acusarme de francófobo.
Cuando escribo estas líneas llega la noticia de la muerte de Günter Grass, que siempre me cayó bien, pese a su gesto adusto. Este hombre fue duro con los gobiernos alemanes, censuró la conducta de Bush con Nicaragua, llamó criminal a la CIA, se autocensuró por haber militado en las SS. ¿Se le puede llamar por ello germanófobo o antiamericano?
Discrepar de la política de Obama no es meterse con su color de piel; lo mismo que critico duramente las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional por el daño que hacen al bienestar y las libertades de los trabajadores, no porque tenga manía a Christine Lagarde, su elegante presidenta, que jamás me ha sido presentada. Claro que, habida cuenta de que me parecen irrisorios sus comentarios de presunto filósofo, de que considero una agresión a la gente sencilla que Hollande encargue a Valls el recorte de 50.000 millones, que no soporto el racismo de la Bardot y de que discrepo de la francesa jefa del FMI, podría usted, en su profundidad, en su riqueza analítica, acusarme de francófobo.
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