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Lecturas de verano: Palestina.




Tú estás sentado tranquilamente en casa; de repente la policía asalta el portal y va derribando las puertas de los pisos, destrozando todo lo que encuentra dentro. Ante tus quejas el jefe de la cuadrilla te comenta, con muy malos modos, que la vecina del sexto ha robado un melón; como no la encuentran asaltan todo el bloque, para que aprendáis a comportaros con civismo. 
Incómodo, ¿no es cierto?, quizá hasta un poco indignante…Pues exactamente así, aunque multiplicado por la unidad seguida de muchos ceros, es el comportamiento del estado de Israel con la ciudadanía de la Franja de Gaza.
Lamentablemente tres jóvenes hebreos desaparecieron; para dar con ellos el ejército pasó las fronteras, entró en un territorio que no le pertenece, y en los registros mató a cinco personas desarmadas. Al final los desaparecidos han sido encontrados muertos, en venganza ahora bombardea la zona. Igual que si mi hermano aparca mal y el guardia me pone a mí la multa, porque no lo encuentra; o, más precisamente, como si, ante la desaparición de Melanie, la RAF bombardeara el Sur de Portugal. La diferencia es que en este caso la ONU, la CE, la OTAN y hasta el Cuerpo de bomberos se opondrían; Israel, en cambio, no tiene quien le escriba. La operación Plomo fundido, en la Navidad de 2008, castigó unos cohetes de mano indeterminada con un terrible bombardeo indiscriminado; sanción ejemplar para 1’8 millones de habitantes, 1500 muertos para aterrorizar. Se llamó el Muro de la vergüenza al de Berlín, pero nadie se preocupa del que aprisiona y divide la Gaza y la Cisjordania; racismo, sus habitantes son seres que no merecen nuestra selecta atención.
Por pura coincidencia me ha regalado Marta un libro que se presentó en la Feria de Palma y habla de un posicionamiento pacífico contra el apartheid que practican los sionistas: la iniciativa BDS, Boicot, Desinversión y Sanciones. Una actividad que dio sus frutos en Sudáfrica y que podría darlos para ayudar a la indefensa población de los Territorios ocupados.
Para aquellas personas a quienes Palestina quede lejos debo recordar que es una región situada en el epicentro de la zona extractiva de combustible, por lo que nos afecta el más mínimo catarro que la zona sufra. El origen de todos los males actuales es, precisamente, el intento occidental de controlar políticamente petróleo y gas. El Boicot sustituye armas por Economía, parte de los propios palestinos y es asumido por muchas naciones para los productos que Israel exporta desde los Territorios ocupados, donde, según la Cuarta Convención de Ginebra, no debería construir asentamientos de su propia población, ni establecer industrias. La trampa para esquivarlo fue etiquetar como “made in Israel”, lo que realmente está fabricado en Palestina.

Tel Aviv. Sea of people
He ido directamente a leer los capítulos firmados por hebreos; el economista Shir Hever explica que en 2011, animados por cierto por la Spanish revolution, millones de personas salieron a la calle en Tel Aviv, (recuerdo las fotos de Jerusalem Post; “un mar de manifestantes”, titulaba), en contra de los recortes del gabinete Netanyahu; sin embargo, afirma, no asociaron bien  qué parte de esos recortes se debían al inmenso coste de la ocupación militar, enmascarados en un presupuesto militar que es secreto de estado. Gideon Levy (el nombre no precisa explicaciones) dice que ya está bien de alimentar “la arrogancia y el victimismo del Pueblo elegido, el más elegido del mundo, siempre la única víctima…Es antisemitismo, decimos. Todo el mundo está contra nosotros, pero nosotros no tenemos la culpa”. Efectivamente, que en el pasado haya sido injustamente tratado, sangrientamente segregado, no justifica que el pueblo judío haga lo mismo con sus vecinos; denunciar sus tropelías no es ser antisemita, sino reclamar justicia.
En este sentido uno de los países que peor lo tiene es Alemania, por su desafortunada historia reciente; sin embargo ha sido sensible al concepto de boicot, quizá no tanto por convencimiento real como por no perder imagen y mercados. La empresa Deustche Bahn, ferrocarriles, se retiró del proyecto de Alta velocidad, Jerusalem-Tel Aviv, que atravesaría la Cisjordania. (La española Sacyr anda ahora interesada en una idea de línea Eliah-Jersusalem-Tel Aviv, más ambiciosa y destructora).
Una de las facetas más llamativas del boicot se produce desde el compromiso de intelectuales y artistas. Posiblemente recuerdes que no hace mucho Serrat+Sabina hicieron caso omiso a quienes les solicitaron que no actuasen en Israel, una desafortunada excepción, como la de Julio Iglesias; es más habitual que se nieguen a ir, para denunciar el racismo, la política de apartheid, igualita, igualita a la de Sudáfrica: carreteras sólo para colonos, los colonizados no pueden salir de su zona; los ciudadanos israelíes de procedencia palestina tienen sus barrios, no pueden ir al servicio militar (por si acaso), y cobran de media 33 % menos que los trabajadores hebreos. Juan Goytisolo, Ken Loach, Eduardo Galeano, Naomi Klein, Meg Ryan, Dustin Hoffman, Emma Thompson, Elvis Costello, Brian Eno, Roger Waters (Pink Floyd), Salif Keita, Eric Burdon…una lista amplia, heterogénea e internacional.
Dos casos me han llamado la atención. De una parte Alice Walker, autora de El color púrpura, una novela que tuvo varios premios importantes, entre ellos el Pulitzer y luego devino en película celebrada, de la mano de Spielberg; escribe a la editorial Yediot Books, interesada en publicarla en Israel y le explica que ya había presionado en contra de proyectar el film en la Sudáfrica racista, pese al dolor de “no poder compartirla inmediatamente con Winnie y Nelson Mandela y sus hijos, y con la viuda y los hijos de Steve Biko”, desde el compromiso “con el esfuerzo mundial por librar a la Humanidad del autodestructivo hábito de deshumanizar a poblaciones enteras”; habida cuenta de que “el tribunal Russell sobre Palestina determinó que Israel es culpable de apartheid y de la persecución del pueblo palestino” no puede en este momento permitir la publicación. Y así como luego la derrota del racismo le permitió la felicidad de llevar la película a Sudáfrica, espera que algún día su novela pueda ser leída “especialmente por los jóvenes y por los valientes activistas israelíes (judíos y palestinos) que luchan por la justicia y la paz, y con los he tenido el placer de trabajar. Pero ahora no es el momento. Debemos seguir trabajando en ello”
Stephen Hawking rechazó en mayo 2013 dar una conferencia en la poderosa Universidad Hebrea de Jerusalem, a la que había sido invitado por el propio presidente Shimon Peres; el comunicado fue emitido en su nombre por el organismo que preconizaba el boicot, lo que permitió a la Universidad de Cambridge maniobrar para mitigar el terrible impacto de la noticia, hablando de “problemas de salud”. A las pocas horas tuvo que rectificar porque desde el entorno de Hawking afirmaron con rotundidad que el comunicado de renuncia era cierto y se había publicado con su consentimiento. Todo el estamento universitario que ha venido rechazando la colaboración con los centros hebreos y en particular con la Universidad de Ariel, construida en territorio ocupado, insisten en que no actúan en contra de los estudiantes, sino de las instituciones académicas que apoyan el racismo.
La manipulación informativa nos asalta a diario. Recuerda que las últimas elecciones fueron ganadas por Hamas; inmediatamente fueron desautorizadas porque había vencido “un grupo terrorista”. Al igual que sucedía hace años en Argelia y recientemente en Egipto, la democracia sirve solamente si ganan los que interesan al Imperio. No hace mucho veía en TVE, en dos días consecutivos, dos ejemplos de desinformación; en el primero hablaban de militarismo y como prueba unos niños jugaban en una calle de Gaza con escopetas de madera, como en mi barrio toda la vida, como en el tuyo. Al día siguiente mostraban un instituto de Gaza en el que los chavales hacían instrucción militar; sin contar que en la enseñanza media hebrea sucede lo mismo; yo he visto a las pandillas de adolescentes ligando en Tel Aviv con el fusil al hombro.
Boicotear los productos israelíes, exigir que las empresas desinviertan allí, pedir sanciones contra el racismo, es una forma pacífica de presionar a sus empresarios y, por ende, a su gobierno, para que dejen en libertad a la población palestina. En esa tarea están apoyando hebreos conscientes (Gideon Levy: “El último refugio del patriota israelí: el boicot”) porque es una tarea de justicia (Desmond Tutu: “El sentido de justicia exige que actuemos”) y la Justicia debe ser  universal o no existe, pese a lo que diga este incalificable gobierno nuestro o su amigo Netanyahu, para quien los muertos tienen más valor según su credo. 

Te animo, para terminar, a ver este vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=x4vHxHqURBU

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