La manifestación del 22 M fue un éxito; me lo contó con toda claridad ABC, cuando sólo habló de incidentes, calificándolos como "los altercados más graves de la legislatura", y me lo confirmó un periódico otrora serio, El País, que publicó en primera, "50.000 gritos contra los recortes".
Achacaba el dato a la policía, consciente de que estaba faltando a la verdad. Quienes vivimos la jornada desde la carretera fuimos viendo como algún medio digital hablaba de tres millones, otro de dos y medio y por último parecían consensuar en uno. No me puedo parar a contar, aunque, si con un microscopio alguien es capaz de contar millones de leucocitos, es más fácil, con una foto aérea, contabilizar cabecitas humanas; sea como fuere los cientos de miles de personas que gritaron contra un sistema desalmado constituyen un éxito.
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¿Cincuenta mil? |
Un éxito y un orgullo. Orgullo en lo personal, por haber participado en esta maravillosa locura de plantarse en Madrid andando veintiún días; por haber resistido físicamente y por haber sido capaz de torear las provocaciones de los profesionales, que fueron in crescendo con una constancia digna de mejor causa.
Orgullo de nación. A uno que no les gustan nada las banderas, ni menos las cruces, se le ha subido el pavo cuando entrábamos en la capital del reino, al ritmo de gaita y percusión, primero; de la bandina El Ventolín, después. Aplaudidas, besados, abrazadas, estrujados, desde la Puerta de Hierro hasta Atocha, por miles de personas que veían en la presencia de la Columna asturiana la imagen de la lucha incansable.
Los estudiantes nos reciben cantando "Sta. Bárbara" |
Orgullo de clase, porque quienes nos aplaudían eran gente común, que vive de su trabajo; personas que estaban viendo en otras, de su misma procedencia, de su propio nivel social, el valor para enfrentarse a un sistema que nos está esquilmando. Orgullo porque estas Marchas de la dignidad han arrancado de lo más profundo de la clase trabajadora, de la misma base, que no tiene cargos políticos, ni prebendas, ni le importa el carné de la compañera de fatigas, sino que se reparta equitativamente la riqueza para que todo ser humano viva algo mejor.
El éxito y el orgullo son doblados porque hasta última hora hubo que soportar a los provocadores, que no pudieron lograr el objetivo de partir la Columna. Llegaron los autobuses a Aravaca, veinticuatro, más vehículos particulares, se sumó el vecindario, y partimos, en torno a las dos mil personas, camino de Madrid; apenas iniciada la marcha ya quisieron dividirnos, exigiendo ir por un camino no previsto, llamándonos, como siempre, "obedientes al Sistema" Confirmado el fracaso, todavía siguieron tocando las narices hasta la misma entrada en Plaza de España, donde quedaron,-los cinco trileros-, ahogados por la multitud.
Citar todas las zancadillas tiene la función de explicar el final de la manifestación: antes de que hubiera terminado ya estaba la policía repartiendo estopa, entre gente pacífica, con la disculpa de incidentes aislados. Forma parte de la estrategia del gobierno, que se hable de gamberrismo en vez de que cientos de miles de personas, -saltando los controles ideológicos, despreciando a aquellos partidos políticos y sindicatos que tienen vocación de sostenedores del Capitalismo-, han dicho en la calle que ya basta. Y todo parece indicar que el 22 M no es el final, sino un gozoso principio.
Ha sido un éxito. Estoy orgulloso. Seguimos trabajando.
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