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La década del miedo.

Cuando colapsaron las Torres Gemelas yo estaba volando, el día de la noticia sobre Kennedy volvía de la clase particular de la Señorita Olga, y la madrugada que dieron por oficial lo de Franco dije “¡Ya murió!”, di media vuelta y seguí durmiendo. Hay fechas que marcan; el 11 de septiembre de 2001 tapó en la iconografía mundial otros hechos que deben recordarse, por ejemplo, que el mismo día de 1973, con la bendición de la embajada USA, el general Augusto Pinochet inició una sangrienta dictadura en Chile.
Apenas empezado este milenio, por primera  vez en su historia, la ciudadanía del país más poderoso de la Tierra contempló el horror en el patio de su propia casa; más que en la parte trasera en la fachada, en la edificación emblemática de su  poderío económico; eso cambió la forma de verse a sí mismos, de contemplar al resto del mundo, de relacionarse con sus colonias. Para peor.
Marta Fernández Morales dirige un magnífico trabajo colectivo que acaba de publicar Peter Lang, La década del miedo; hace el número 10 de la serie Spanish Perspectives on English and American Literature, Communication and Culture. Sale en castellano; personas expertas en diferentes áreas culturales aportan 11 ensayos enfocados al análisis de la producción audiovisual americana y su evolución post-traumática.

La imagen es la realidad. En los países desarrollados cada vez nos pasamos más horas ante el televisor, doblemente plasmados; lo que no sale en la tele no existe. La potentísima industria de la imagen toma posiciones políticas y nos la cuelan en nuestras casas impune, perseverante, machaconamente; y pagamos por ello, además. Nuestras vidas ya no se entienden si no las vemos reflejadas en pantallas grandes, medianas o mínimas; no disfrutamos de una boda, de bautizo o de un concierto si no dejamos constancia gráfica en el móvil y la hacemos pública. Con la Historia pasa igual, y eso trae un problema: no se analiza, sólo se retrata, aunque salga fuera de foco o nos la hayan previamente manipulado los editores.

Vuelve John Wayne. George Bush se ajustó la cartuchera, echó el sombrero levemente hacia atrás y respondió acerca de las tareas inmediatas: To answer these attacks and to rid the world of evil (Responder a estos ataques y salvar al mundo del mal). El Séptimo de Caballería volvió a galopar, esta vez por las praderas afganas e iraquíes; los buenos salen a la caza y captura de los malos para detenerlos provisional (Guantánamo) o definitivamente (tiro en la sien), porque son (los malos) tan rematadamente perversos que si fueran juzgados engañarían a los cándidos jueces.

Gestionar el temor. El miedo es natural en la especie humana, es un instrumento de supervivencia, debemos aprender a administrarlo; eso lo saben perfectamente los amos del mundo, por eso quieren mantener fresca la memoria de los desastres, señalar a los traidores a sus ideas, indicar las razas que ponen en peligro la población blanca, y mantener el temor a un nuevo atentado. Eso les permite saltarse a la torera todas las leyes: encarcelar sin proceso, torturar sin cuento, despreciar el Derecho Internacional, mantener drones  asesinos y espiar masivamente, incluso a sus propios aliados. Todo el mundo es sospechoso.
Y también hacen negocio, claro. No podría ser de otra manera. Las guerras tienen el incentivo del pillaje, aunque al día de hoy esa es una mínima parte del beneficio; lo bueno de verdad es el margen comercial de la venta de armas. Los portentos de la carrera armamentística, la posterior reconstrucción de los países arrasados, generan no sólo cuantiosos beneficios, sino además la dependencia hipotecaria de la colonia, endeudada por los siglos con el país benefactor. Las instalaciones nucleares de Irán que ahora se quieren desmantelar no fueron regaladas, fueron vendidas y cobradas por Occidente; las armas químicas de Siria no crecieron espontáneamente en el campo; los piratas somalíes, sin necesidad de una fábrica de armas propia, llevan fusiles de asalto nuevecitos; los aviones no tripulados, de patente hebrea o yanqui, se adquieren en las mejores ferias del ramo. El genial invento de la guerra preventiva  se estudiará, sin duda, en las Business Schools (Escuelas de Negocios).

El hombre es un zombi para el hombre. Redonda frase de Oliver Marroig. El cine es un eficaz instrumento en todo este asunto, aun cuando hay división entre las opiniones oficiales: algunos jerarcas acusarán a los guionistas de dar ideas al terror, mientras que  otros los llamaron para que previeran posibles formas de ataques futuros. Analiza J.A. Oliver la transmisión de la xenofobia desde las películas de marcianos, de galaxias, donde lo de fuera, lo alien, suele llegar con muy malas intenciones; las de muertos vivientes han cobrado un impulso claro en estos años, en ellas los vivos, presa del terror, entregan el poder omnímodo al jefe blanco.
Aunque, cuando el escritor quiere, puede ser un crítico demoledor. South Park sigue manteniendo su humor ácido, otra serie manda a la familia Bush a su infancia y a la escuela, y aparece ¡Osombie! Osama ben Laden se inocula el virus zómbico para poder resucitar, aunque al final, en justo castigo a su maldad, es destruido por el mejor ejemplo de vengador, un valiente bombero que sufrió el 11 S. ¿Película de acción o videojuego?; habida cuenta que el asesinato de Osama fue retransmitido en directo, pocas diferencias hay.

A nosotros nos afecta particularmente. Se cuenta que los servicios secretos españoles colaboraron con la NSA en este espionaje masivo que ahora se denuncia, y me parece que todos nos lo creemos, mientras a Mariano “no le consta”. Josemari Aznar, el mejor presidente de España, -en su propia opinión-, asesor del tramposo Murdoch y de las eléctricas, ha escrito en sus desmemorias que nos metió en el charco sangriento de Iraq “para no despegarse de los USA”. ¡Valiente criminal! Por su gracia tuvimos otro 11 negro, en marzo 2004; seguramente se podría documentar desde entonces el aumento del rechazo de ciertos sectores de la población a los inmigrantes, ya latente anteriormente.

Gracias por el trabajo. Estas líneas representan una visión parcial, una de las caras del poliedro, seguramente no del todo justa con la  publicación. Un magnífico libro que se integra en una línea de nivel superior, un esfuerzo de equipo que no por casualidad ha merecido la atención y (¡milagro!) la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación: no suelen darse fondos para trabajos de investigación de Humanidades. El proyecto I+D+i se llama Amenazas globales y miedos en la vida cotidiana en las dramaturgias audiovisuales contemporáneas: La representación de la realidad tras el 11 S. Quedamos a la espera de más noticias.

Firman los artículos de este libro:
o   Licenciado Alejandro Casadesús, profesor asociado de la UIB.
o   Profesora Meritxell Esquirol, de la Universitat Oberta de Catalunya.
o   Doctora Marta Fdez. Morales, de la UIB
o   Licenciado Xavier Fuster, miembro de la Society of Animation Studies
o   Doctora Isabel Menéndez, vicedecana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Burgos.
o   Juan Ramón Molina, Técnico Superior del Servicio Lingüístico de la UIB.
o   Doctora Mª Dolores Narbona, profesora titular de la Universidad de Málaga.
o   Licenciado J.A. Oliver, guionista de tebeos con obra traducida a cinco idomas, crítico e investigador.
o   Eva Parra Membrives, profesora titular de la Universidad de Málaga, investigadora, editora de la revista Futhark.
o   Doctora Anna Tous Rovira, profesora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona.
o   Doctora A. Patricia Trapero Llobera, docente de la UIB, investigadora, directora de teatro, experta en artes escénicas, autora de Déxter. Ética y estética de un asesino en serie.




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