Al final decidieron plantarse a la
puerta de la factoría en huelga de hambre, no quedaba más recurso después de un
año de penalidades. Una intoxicación por mercurio es cosa seria. Tanto
que la Organización Mundial de la Salud hace tiempo que mandó retirarlo en
elementos de uso cotidiano, como el termómetro, por ejemplo; hace un par de
años el Gobierno advirtió que embarazadas, niños pequeños y personas
orgánicamente débiles se abstuvieran de comer emperador y atún rojo, por el
alto contenido en este metal.
“Pérdida de la
memoria, de la vista, depresiones, impotencia, daños en hígado y riñones,
temblores, problemas neurológicos, pérdidas de dientes, caídas de uñas en manos
y pies”. Pasamos la mañana del domingo charlando con cuatro de los
huelguistas, el quinto, el mayor de todos, Alfredo, ha tenido que ingresar en
el Hospital San Agustín de Avilés, con problemas de riñón e hígado. Nos remiten
a su blog, donde están haciendo pública toda la documentación; por ejemplo la
Información Básica sobre la Obra (IBO) que Asturiana de Zinc remitió a la
subcontratada Ingeniería de Mantenimiento S.A. Entre los elementos de riesgo no
aparece citado el mercurio, tampoco se habla de que la tarea debe realizarse en
“espacio confinado”, que exigiría medidas preventivas más serias que el trabajo
al aire libre.
Hace un año exactamente de aquel encargo, una obra habitual
de mantenimiento que consistía en cortar con la radial tres mil tubos metálicos
y sustituirlos por otros nuevos. A las dos semanas ya había ingresos
hospitalarios de urgencia, “hinchazón
generalizado de cara y ganglios, nauseas, diarreas, malestar general”; los
problemas de salud se extienden, pudieran estar afectados cerca de cien
trabajadores, cincuenta de la contrata y cuarenta de la contratante. “Los análisis han dado muestras de mercurio, cadmio, zinc, plata y arsénico; algún trabajador ha llegado a dar en los
análisis 960 microgramos por litro de sangre, cuando para la OMS el valor máximo
es de 10 microgramos… ¡Y con esto el Sespa todavía hablaba de ‘probable’ intoxicación!”
El calvario a partir de aquí es difícil de creer, parece un
guión de película de yanqui de mafiosos:
“Desaparecieron los resultados de los
análisis en el botiquín de Azsa, y los del Hospital Universitario en cuanto
daban resultados altos decían que se habían perdido y que había que repetirlos”.
La falta de respeto: “En el botiquín nos
decían que era culpa nuestra por lavarnos poco. Que la mascarilla ajustaba mal
porque no nos afeitábamos o que éramos unos guarros que revolvíamos el café con
el dedo sucio”, o la falta de seriedad profesional, “La mutua, FREMAP, no sabía qué hacer con nosotros, nos decían que con
un poco de paciencia el mercurio se iría eliminando con la orina o el sudor”.
El servicio público de salud quitándose el problema de encima: “Nos decían que era una enfermedad común,
nada de enfermedad profesional; tardaron en darnos un antídoto y lo
suministraron a unos pocos. Daban el alta en cuanto bajaba un poco el nivel y
no contemplaban las recaídas”. La extraña connivencia entre diferentes
instituciones: “Para lo de la vista
fuimos a la más prestigiosa clínica asturiana, nos dijeron que no tenía nada
que ver con la intoxicación”; aunque esta opinión cambió radicalmente en
cuanto un laboratorio profesional se metió por el medio. “Cuando intervinieron los del ICIME, entonces ya dijeron que sí, que se
perdía vista por el envenenamiento”. “¿Tenéis documentos de semejante
comportamiento?” “¡Desde luego!”
ICIME es la
institución más prestigiosa en el tratamiento de intoxicaciones, colabora con
el Hospital Universitario de Valladolid y con la Facultad de Medicina; los
trabajadores acudieron a ella pagando de su propio bolsillo, aunque no se arrepienten porque los tomó en serio,
les orientó y les aportó posibles tratamientos; si bien las consecuencias de la intoxicación son todavía impredecibles. “Hay mucha gente intoxicada en la región, por diferentes causas; no
saben a dónde ir, decirles que se pongan en contacto con nosotros”, ofrecen
generosamente, siendo solidarios para que otras personas no pasen su pasión.
Asturiana de Zinc S.A. es la heredera de la antigua Real
Compañía Asturiana de Minas, fundada en los inicios del siglo pasado con
capital fundamentalmente belga y con yacimientos en Arnao (Castrillón,
Asturies) y Reocín (Cantabria). El término municipal de Castrillón, el entorno
veraniego de la playa de Salinas, los muelles de San Juan de Nieva, forman
parte de su historia, al igual que el apellido Sitges, ligado a Banesto, los
manejos de Mario Conde y la factoría de Mefasa, donde se reparaba el yate
borbónico. Recientemente ha cambiado de manos varias veces, para terminar en
poder de Glencore Xstrata, monopolizadora mundial del mercado del Zinc; de quien
hablan barbaridades los trabajadores colombianos, aunque en su página
electrónica, apartado “Política de Desarrollo Sostenible” asegura que “trabajamos abierta y transparentemente con
gobiernos, autoridades locales, representantes de la comunidad…durante todo el
ciclo de vida de nuestras explotaciones”, dice que sus pautas de prevención
se sustentan en el certificado OH SAS 18001:2007 y que “no
hacemos distinciones entre la seguridad de nuestros contratistas y de nuestros
empleados”. Es cierto, tratan a ambos igual de mal.
Los últimos datos financieros a que hace referencia su
página están publicados en abril del año pasado y corresponden al ejercicio
2011; declara tener una capacidad productiva de 570.000 TM/año y una cifra de
negocio de 943.484 miles de euros, lo que genera unos beneficios antes de
impuestos de 144.141; aunque han descendido con relación al año anterior no
están nada mal, significan el 15’27 % del volumen de negocio declarado.
¿Desequilibraría estos números el hecho de tratar a su plantilla como a seres
humanos?
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