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La infamia derrotada




Acudí personalmente a ver el desenlace; por fin M, cocinera senegalesa explotada y vejada en la Sidrería La Dársena, cobraba en efectivo la casi totalidad de los salarios devengados y no retribuidos. La perseverancia del abogado y del juez de lo social han dado como resultado el embargo  de 3.633’48 euros de una cuenta bancaria de Luis Adolfo Peláez Díaz, titular del establecimiento, que vendrán de cine a un matrimonio, ambos en el paro y sin prestaciones, con cuatro hijos.
En agosto del año pasado, en plena Semana Grande de Gijón tuvo este señor Peláez, secundado por su hermana Pilar, un enfrentamiento con sus cocineras que colmó el vaso de cualquier paciencia; además de un nuevo retraso en los pagos,-varios meses sin cobrar-, recibieron insultos muy graves y anduvieron al filo de la agresión física. “Yo pensaba que no volvería a ver más a mis hijos”, me contaba M en la Inspección de Trabajo. Puestas las denuncias correspondientes, apareció un largo rosario de antiguas trabajadoras que testimoniaron haber pasado por circunstancias similares; al menos desde diez años atrás era práctica habitual en este establecimiento contratar a personas inmigrantes y no respetar sus derechos, en la seguridad de que no sabrían emprender acciones legales. Incluso se vanagloriaban de estar bien relacionados en Gijón, como garantía de impunidad.
No me perdí ni uno solo de los juicios. Esperando por el primero, en la cafetería frente a los Juzgados, entró el incalificable Luis Adolfo y, al ver los colores de piel de las testigos, exclamó “¡Vaya tropa!”  Media hora después reconocía ante el juez la improcedencia del despido y, sin necesidad de vista, sin llamar a declarar a la tropa, se avino a pagar.
A los siguientes ya no se presentó, aunque sí lo hizo, puntual y solidariamente, la tropa. Se negó a recoger las citaciones judiciales, incluso tuvo cerrado el establecimiento seis meses, como si escondiendo la cabeza desapareciera el problema. Perdió, claro. Las condenas suponen pagar; no lo ha hecho de manera voluntaria, de modo que el juez ha realizado la investigación de sus bienes y ha embargado algunos de ellos, empezando por las cuentas corrientes.
Una actitud de agradecer, así como la perseverancia, la paciencia y la generosidad de Rafa Velasco, el abogado, y el trabajo de apoyo de Sofy, de María, de José María, de Xaime…de tantas personas que han hecho suya esta causa y la han conducido a buen puerto.
No podemos estar tan contentos con la colaboración de la Inspección de Trabajo; desde la primera denuncia, puesta el 20 de agosto, pese a la gravedad de los hechos, pese a que “los de La Dársena son viejos conocidos”, pese a que Pilar Peláez Díaz anduvo toreando a la inspectora, pese a los escritos informativos que recibió, no ha sancionado al establecimiento como se merece; el riesgo de que siga pisoteando trabajadores es serio.
Unas letras para saludar afectuosamente, en cambio, a las funcionarias de la Inspección, que, con paciencia franciscana, han aguantado nuestras medidas de presión, han sellado uno por uno los doscientos escritos de reclamación presentados por registro, han salido en fotos sin tener culpa y aun así se alegrarán de que una trabajadora vejada y explotada reciba justicia.
Una última línea: La Dársena aún debe a M las siguientes cantidades: 208’91 € de principal y otros 581’35 de intereses y costas. Os aseguro que las pagará.

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