En agosto del año pasado, en plena Semana Grande de Gijón
tuvo este señor Peláez, secundado por su hermana Pilar, un enfrentamiento con sus cocineras que colmó el vaso de cualquier
paciencia; además de un nuevo retraso en los pagos,-varios meses sin cobrar-, recibieron insultos muy graves y anduvieron al filo de la agresión física. “Yo pensaba que no volvería a ver más a mis
hijos”, me contaba M en la
Inspección de Trabajo. Puestas las denuncias correspondientes, apareció un largo
rosario de antiguas trabajadoras que testimoniaron haber pasado por
circunstancias similares; al menos desde diez años atrás era práctica habitual
en este establecimiento contratar a personas inmigrantes y no respetar sus
derechos, en la seguridad de que no sabrían emprender acciones legales. Incluso
se vanagloriaban de estar bien relacionados en Gijón, como garantía de
impunidad.
No me perdí ni uno solo de los juicios. Esperando por el
primero, en la cafetería frente a los Juzgados, entró el incalificable Luis
Adolfo y, al ver los colores de piel de las testigos, exclamó “¡Vaya tropa!” Media hora después
reconocía ante el juez la improcedencia del despido y, sin necesidad de vista,
sin llamar a declarar a la tropa, se
avino a pagar.
A los siguientes ya no se presentó, aunque sí lo hizo,
puntual y solidariamente, la tropa.
Se negó a recoger las citaciones judiciales, incluso tuvo cerrado el
establecimiento seis meses, como si escondiendo la cabeza desapareciera el
problema. Perdió, claro. Las condenas suponen pagar; no lo ha hecho de manera
voluntaria, de modo que el juez ha realizado la investigación de sus bienes y
ha embargado algunos de ellos, empezando por las cuentas corrientes.
Una actitud de agradecer, así como la perseverancia, la paciencia y la
generosidad de Rafa Velasco, el abogado, y el trabajo de apoyo de Sofy, de
María, de José María, de Xaime…de tantas personas que han hecho suya esta causa
y la han conducido a buen puerto.
No
podemos estar tan contentos con la colaboración de la Inspección de Trabajo; desde
la primera denuncia, puesta el 20 de agosto, pese a la gravedad de los hechos,
pese a que “los de La Dársena son viejos
conocidos”, pese a que Pilar Peláez Díaz anduvo toreando a la inspectora,
pese a los escritos informativos que recibió, no ha sancionado al
establecimiento como se merece; el riesgo de que siga pisoteando trabajadores
es serio.
Una última línea: La Dársena aún debe a M las siguientes
cantidades: 208’91 € de principal y otros 581’35 de intereses y costas. Os
aseguro que las pagará.
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