No he contado para las estadísticas. No he sido uno de los cientos de miles de españoles que ha visto competir ante las cámaras de la televisión a los señores Rubalcaba y Rajoy. Para tranquilidad de todos debo señalar que tampoco vi el gol de Iniesta en la final del Campeonato del Mundo de Fútbol; soy mal espectador, enseguida se me ocurren cosas y quiero intervenir en el espectáculo, por eso es mejor que me quede en la sidrería, con los amigotes, o me vaya al cine.
No he visto el debate porque suponía que me iba a decepcionar. Rubalcaba ha sido hasta anteayer vicepresidente de un gobierno que ha regalado frustración a sus propios votantes; el día 9 de mayo del año anterior acudió su ministra de Economía a una reunión en Europa y el día 10 amaneció con una política contrapuesta a la que había defendido toda la legislatura; ¿va a contarnos ahora algo nuevo?. Rajoy tiene tan escondido su programa que ni siquiera él mismo se lo sabe; para su desgracia su partido gobierna ahora comunidades autónomas y ayuntamientos y ya han asomado el plumero: de momento recortes radicales en los servicios públicos de Sanidad, Educación y Transporte, enseguida en Género, Cultura y todas las fiestas populares,¡al tiempo!; de cobrar impuestos a las grandes fortunas no quieren ni oir hablar.
No he visto el debate porque no estaban todas las opciones. Les guste o no, PSOE y PP no son las únicas fuerzas políticas del país y no pueden manejar las leyes electorales a su conveniencia; su desfachatez ha llegado hasta el extremo de cambiar en diez minutos la Constitución, -construída en su día con esfuerzo, largamente negociada para conseguir el mayor consenso-, para adaptarla a las exigencias de las fuerzas financieras internacionales.
Nos gusten o no, existen otras alternativas, incluyendo a las personas indignadas del 15M; el ordenamiento jurídico debe facilitar que oigamos todas las voces, no solamente las de los dos partidos mayoritarios. Por higiene. Es necesario abrir las ventanas de las instituciones, hay un mal olor generalizado.
No he visto el debate porque no pueden ofrecer soluciones. "Es la Economía, estúpidos", una de las frases más usadas por los sabios columnistas en estos tiempos, aunque no va el asunto más allá de la mera cita. Veamos: Rajoy también fue vicepresidente, en un gobierno que basó todo el crecimiento del Producto Interior Bruto en la construcción y en el consumo interno, alentados por el crédito fácil e irresponsable. El partido de Rubalcaba criticó, sabiamente, esta política desde la oposición, pero una vez en el poder se dejó llevar por la comodidad del superávit y fue indolente en el cambio de las estructuras. Llegó el lobo capitalista, sopló la casita de paja y se comió al pobre cerdito socialdemócrata. Desafortunadamente para nosotros, PSOE y PP son al día de hoy, en materia de política económica, cara y cruz (¡menuda cruz!) de la misma moneda.
No nos queda más remedio que ser radicales. No podemos andarnos por las ramas, hay que ir a la raíz del problema. Pretenden que no veamos el bosque de las maniobras financieras, oculto tras las ramas del bienestar general de Europa por oposición a su extrarradio; sin embargo el dinero público se usa para apuntalar los negocios bancarios y se hurta a los trabajadores, únicos que pagan impuestos regularmente, mermando empleos, salarios, pensiones y derechos. Es menester que las decisiones vuelvan a ser fruto de la actividad ciudadana y no de las camarillas bursátiles.
Para mayor complicación la solución no puede ser nacional; quiere nuestra desgracia que hayan desaparecido, justo cuando más falta hacían, las internacionales, políticas y sindicales, cuando los dueños de dólares y euros están perfectamente organizados. Largo, tortuoso camino, pero hay que andarlo, nos va el futuro en ello.
No he visto el debate porque suponía que me iba a decepcionar. Rubalcaba ha sido hasta anteayer vicepresidente de un gobierno que ha regalado frustración a sus propios votantes; el día 9 de mayo del año anterior acudió su ministra de Economía a una reunión en Europa y el día 10 amaneció con una política contrapuesta a la que había defendido toda la legislatura; ¿va a contarnos ahora algo nuevo?. Rajoy tiene tan escondido su programa que ni siquiera él mismo se lo sabe; para su desgracia su partido gobierna ahora comunidades autónomas y ayuntamientos y ya han asomado el plumero: de momento recortes radicales en los servicios públicos de Sanidad, Educación y Transporte, enseguida en Género, Cultura y todas las fiestas populares,¡al tiempo!; de cobrar impuestos a las grandes fortunas no quieren ni oir hablar.
No he visto el debate porque no estaban todas las opciones. Les guste o no, PSOE y PP no son las únicas fuerzas políticas del país y no pueden manejar las leyes electorales a su conveniencia; su desfachatez ha llegado hasta el extremo de cambiar en diez minutos la Constitución, -construída en su día con esfuerzo, largamente negociada para conseguir el mayor consenso-, para adaptarla a las exigencias de las fuerzas financieras internacionales.
Nos gusten o no, existen otras alternativas, incluyendo a las personas indignadas del 15M; el ordenamiento jurídico debe facilitar que oigamos todas las voces, no solamente las de los dos partidos mayoritarios. Por higiene. Es necesario abrir las ventanas de las instituciones, hay un mal olor generalizado.
No he visto el debate porque no pueden ofrecer soluciones. "Es la Economía, estúpidos", una de las frases más usadas por los sabios columnistas en estos tiempos, aunque no va el asunto más allá de la mera cita. Veamos: Rajoy también fue vicepresidente, en un gobierno que basó todo el crecimiento del Producto Interior Bruto en la construcción y en el consumo interno, alentados por el crédito fácil e irresponsable. El partido de Rubalcaba criticó, sabiamente, esta política desde la oposición, pero una vez en el poder se dejó llevar por la comodidad del superávit y fue indolente en el cambio de las estructuras. Llegó el lobo capitalista, sopló la casita de paja y se comió al pobre cerdito socialdemócrata. Desafortunadamente para nosotros, PSOE y PP son al día de hoy, en materia de política económica, cara y cruz (¡menuda cruz!) de la misma moneda.
No nos queda más remedio que ser radicales. No podemos andarnos por las ramas, hay que ir a la raíz del problema. Pretenden que no veamos el bosque de las maniobras financieras, oculto tras las ramas del bienestar general de Europa por oposición a su extrarradio; sin embargo el dinero público se usa para apuntalar los negocios bancarios y se hurta a los trabajadores, únicos que pagan impuestos regularmente, mermando empleos, salarios, pensiones y derechos. Es menester que las decisiones vuelvan a ser fruto de la actividad ciudadana y no de las camarillas bursátiles.
Para mayor complicación la solución no puede ser nacional; quiere nuestra desgracia que hayan desaparecido, justo cuando más falta hacían, las internacionales, políticas y sindicales, cuando los dueños de dólares y euros están perfectamente organizados. Largo, tortuoso camino, pero hay que andarlo, nos va el futuro en ello.
No te has perdido nada, era un dialogo entre sordos:
ResponderEliminar-¿Vas de pesca?
-No, voy a pescar.
-Ah! Es que creía que ibas de pesca.
La verdad es que me lo temía. En este caso lamento ser profeta y acertar; yo creo que en el PSOE, desafortunadamente, se ha hecho una política de "Sálvese el que pueda", en el sentido de ocupar rápidamente puestos de salida en las listas y no han querido escuchar el mensaje del electorado en las Municipales: "¡Renuévense!"
ResponderEliminarEl PP no va a ganar, van a perder los otros.
Dos debates, dos aburrimientos (el segundo no lo aguanté completo), dos decepciones.
ResponderEliminarPoca información, poca pedagogía, mucha interrupción y mucha acusación mutua.
Mucho Twitter, mucho Facebook, mucho contra-debate en las redes sociales que no sé si tendrá impacto en las votaciones (ojala fuera que sí).