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Manchester, la manipulación del terror



La noticia queda atrasada enseguida; no hemos digerido un susto cuando ya nos están dando otro. El martes anterior al viaje me invitaban a una tertulia en Radio Langreo en la que me tuve que oponer a la eterna joven promesa del socialismo astur, Adrián Barbón, que pedía mayor intervención policial contra el terrorismo. Llegado a Londres leo en la prensa local que Jeremy Corbyn, la promesa vieja del laborismo británico, aboga por la misma solución; dice que Theresa May es culpable de haber suprimido 20.000 puestos de agentes y que él promete, por ahora, recuperar 10.000.
La Policía no es la solución. Después del atropello en el Westminster Bridge colocaron unos parapetos para proteger a los peatones. La siguiente acción del terror fue golpear en Manchester, bajo la forma de bombazo., El London Evening Standard, clamaba, “es la hora de intensificar la lucha contra el Islamismo”; el Ejército ocupó entonces las calles, con grandes aplausos de los medios. Ealing Gazette: "Los sitios clave de la ciudad guardados por los militares. Armed officers called in to guard key sites in wade of Manchester attack". Se aproximaban la Copa inglesa de fútbol y la Liga de campeones europea,“la ciudad cubierta con un anillo de acero para los eventos deportivos”, aseguraba confiado el London Evening, 
Controles y cacheos por doquier; durante estos días, como turista,  he tenido que abrir la bolsa con la cámara de fotos donde me lo pidieran. Es una medida que retrasa considerablemente la entrada a los sitios; es incómoda y molesta, porque a nadie le importa lo que llevas en tu bolso, pero además no sirve para nada. Como siempre, hablo de lo que he vivido. París, ciudad traumatizada después de lo de Bataclam, hasta tal extremo que en un teatro de Montparnasse prohíben la entrada con mochilas, que las familias deben identificarse cuando van a buscar a los niños a la salida de los colegios, que está en estado de alerta permanente; pues bien, de domingo me niego a entrar a Les Halles como centro comercial, pero no tengo más remedio que hacerlo para
coger el Metro; la señora policía que me toca en suerte mira mi talega de manera indolente mientras le explica a su compañero qué tal le fue la noche del sábado. (Bastante bien, por cierto). Como buen fan de Shakespeare llego en Londres a The Globe Theatre, el vigilante, tan indolente como los franceses, hace más caso a mi sonrisa que a la mochila (¡estaba seguro!) y no se molesta en mirar el bolsillo inferior, donde caben dos teleobjetivos, es decir, el volumen para guardar un explosivo que vuele el teatro y la manzana entera.
Cuando estos días en el Reino Unido de la Gran Bretaña discutía con alguien sobre el asunto, le preguntaba si terminarían poniendo un policía sobre cada uno de nosotros, como el Ángel de la guardia de la mitología hebrea. Casi; según la prensa en la final de la Copa de Europa en Cardiff había una proporción de un agente por cada seis espectadores. Espectacular espectáculo. Carísimo. Pero ineficaz: esa misma noche muertos y heridos en el mismo London Bridge; una vez más van por delante, -siempre es así- y cambian el método: atropellos y acuchillamientos.
La manipulación del dolor. El Daily Mirror mantuvo con gran alarde tipográfico durante días, “La matanza de los inocentes”. Las portadas acerca de Manchester eran editoriales en sí mismas, destacando la foto de la mirada tierna de una niña asesinada, la Inocencia contrapuesta al Mal, representado de modo inequívoco por los familiares del suicida; el desglose de sus datos lo demostraban, por ejemplo, el hecho de que su madre abandonó una boda en Líbano porque no le gustaba la música occidental que habían puesto. Esto no es información, es pura banalidad. Con ese criterio cualquier día me detendrán porque no soporto “Paquito el chocolatero”.
El martes 30 una impresionante portada amedrentaba a la población: “Preparaba su propio
ataque”; según el Daily Mirror, Hasman Abedi, 20 años, hermano de Salman, arrestado en Siria, -fotografiado con una ametralladora para mejor puesta en escena-, quería tener unos muertos que pudieran llamarse suyos, su propia masacre para lograr la fama. Alarmado, me detengo a leer la información con detalle y, ¿de dónde creen que sale tal afirmación? No se lo pierdan: “was planning his own atrocity, security sources fear”. O sea, la portada aterradora es una suposición, indeterminadas “fuentes de seguridad” temían que tal cosa pudiera suceder. Así nos comen el tarro.
Sin embargo, otros medios intentaron dar sensación de normalidad; a la semana del bombazo del Manchester Arena, The Times ya pasaba las noticias a páginas interiores y la bucólica foto de portada aparecía con un agradable pie, “Happy family. The Cambidges in their garden at Anmer Hall…” anunciando una entrevista del príncipe Williams para la revista GQ

Barreras contra atropellos
Claro que no todo el mundo podía posar despreocupado en su lindo jardín; un diligente vecino alertaba de que el joven-bomba había sacado la basura vestido con una chilaba, y enseñaba orgulloso a la prensa las fotos que lo probaban. En mi inocencia, desconocía que fuera delito salir hacia los contenedores en hábito inadecuado; en ocasiones hago tal tarea equipado con unas zapatillas rotas a la altura del dedo gordo y en chándal; desde este momento en casa me lo han prohibido taxativamente, a partir de ahora saldré con zapatos negros, -limpios, a poder ser-, americana y corbata, que me dará aspecto más respetable, y prometo mirar cuidadosamente a todas las ventanas. Por si las fotos, ¿sabes?.
Nos convierten en espías baratos y chivatos de nuestro vecindario. Comentando estos asuntos en Gijón, me regalan una foto que no tiene desperdicio: desde un bar que no cito se han tomado fotos de una vecina, cuya nacionalidad no menciono, porque les resulta de comportamiento altamente sospechoso. Han pensado en llamar a la policía porque, como se observa, sale a la calle a partir el hueso del jamón. Es cierto que el machete acojona, pero no mucho más que el mi carnicero exhibe a diario; y quien haya debido partir un hueso de esos sabe que no le sirve mi cortaplumas de la Virgen de Covadonga.
No faltan, claro, los que dicen que ya lo habían advertido antes; la CIA, hace cinco años, al parecer, ya señaló que este muchacho de Manchester andaba en malos pasos, y la comunidad islámica cinco días antes de la masacre. Veo en la tele a un señor quejarse de que algunos de los apuñaladores del Puente de Londres habían sido señalados por él a la policía con antelación, sin que le hicieran caso. O quienes subrayan que la familia Abedi había llegado procedente de Siria y “que se estuvo aprovechando de las ayudas estatales”.
En definitiva, las patrullas de jóvenes armados, sean militares o policías, se despliegan por toda la ciudad, aunque no sirvan para nada, en un intento de dar idea de que se preocupan por nuestra seguridad. A la vez nos asustan, para que no salgamos demasiado a la calle; curiosamente estas medidas son complementadas con el recorte drástico de los derechos individuales. Verbigracia, en Francia llevan casi dos años con legislación especial, muy útil para otros menesteres menos confesables; en España algunas personas detenidas en conflictos laborales o sociales, corren el riesgo de que les apliquen la ley antiterrorista.
Ese extraño concepto de terrorismo. No debemos olvidar que en este agitado mundo el calificativo “terrorista” puede cambiar fácilmente a “héroe de la libertad”. Los primeros gobernantes de Israel diez minutos antes eran perseguidos por los ingleses; ellos mismos llaman ahora terroristas a los palestinos a quienes robaron sus tierras. Los talibán que ahora matan americanos fueron armados por los USA contra la URSS. Sadam Hussein o Mamuar al Gadafi tornaron de ser aliados de Occidente a demonios perseguidos. El recientemente fallecido general Noriega pasó, de la noche a la mañana, de gendarme yanqui en Panamá a maldito narcotraficante. También es bueno recordar que a todos ellos les hemos vendido armas, y las seguimos vendiendo, aunque luego se vuelven contra nosotros.
Pero ahora es lo que toca: El Capital siempre tiene que señalar a un malvado, para que veamos bien claro quiénes son los buenos. Desde la falta del Muro de Berlín se han
quedado sin malo oficial. Con Irán y Corea prefieren no andar jugando, porque pueden hacer pupa física; y con China ni una broma porque hace el daño en contante y sonante, gran parte de la deuda exterior USA está en manos de banqueros chinos. Así que le toca a algo indefinible que han dado en llamar el Islam; no tiene cara, pero ellos deben conocer bien los rasgos. Como siempre, un ejemplo: El UKIP es un partido fascista que ha hecho mucho daño acusando a los inmigrantes de hundir a Inglaterra; ha sido uno de los mayores agitadores contra la permanencia en la Unión europea, incluyendo en sus argumentarios datos falsos sin sonrojarse; tiene, por cierto, como particularidad este partido que su símbolo es el de la libra esterlina. Pues bien, en la propaganda electoral de Mr. Mcilvenna, Peter, su candidato para la jurisdicción Ealing North se nos indica claramente que unos demonios sustituyen a otros: “El Islam radical es tan peligroso para la sociedad británica como lo fue el Comunismo.”
La única solución es la Justicia social. Decía el Daily Mirror, “Corbyn demands rethink on terror”, y fui rápidamente a leer la noticia. Nada, lo dicho, la única idea que se le había ocurrido, en este “repensar acerca del terrorismo” era la de siempre, más hombres, más armas. Craso error; una persona que tiene un trabajo digno, que es pagado adecuadamente por ello, que puede ir al cine con sus hijos, no piensa en andar a tiros con nadie. Se tirará al monte primero aquella que vea pisoteados sus derechos, con dificultades para ganarse dignamente la vida, la que pese a trabajar no puede educar a sus hijos ni asegurarles la salud., la que ve robada su pensión por un banco sin entrañas (Ya, ya sé que “banco sin entrañas” es pleonasmo).
Es una desgracia que mueran gentes en actos de barbarie; es lamentable que se ataque un concierto de pacíficos adolescentes, pero no olvidemos que cuando la Otan bombardeó Serbia los proyectiles de uranio empobrecido no pedían el carné de militar a las víctimas; que cuando Israel arrasa Gaza no solicita que primero salgan los niños, incluso las escuelas han sido objetivos de su aviación; que cuando los occidentales arrasamos Bagdag buscando las armas que no había, cayeron familias que no nos habían hecho nada; que cuando el Patoso Donald Trump dio la orden de tirar “la madre de todas las bombas” no fue sobre un destacamento militar. Nuestras injusticias, nuestras atrocidades, se vuelven contra nosotros.
Un conocido del asesino suicida Salman Abedi pone el dedo en la llaga: “Yo pienso que él vio niños y niñas musulmanes moribundos por doquier, y buscaba venganza”



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