No
podía faltar. Fiesta del día 8 de septiembre, periodistas, cámaras, el señor
arzobispo no quiere dejar pasar una nueva ocasión de que se hable de él. Claro que
hay otros que le dan oportunidades indebidamente; me explico: desde el inicio
del periodo autonómico mezclaron sin venir a cuento la festividad religiosa y
la política.
¿Quieren
los cristianos ir a rezar a una muñeca en Covadonga? Háganlo. Ahora bien, ¿qué
se puede celebrar políticamente en ese día? Como mucho un mito guerrero sobre
una batalla que no existió. Puestos a buscar singularidades asturianas igual se
podría hablar de mayo 1808, cuando la Junta General del Principado en alarde de soberanía declaró la
guerra a Francia, o bien octubre 1934, en que el proletariado asturiano se
levantó en armas contra el fascismo. Estos sí son hechos históricamente documentados.
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El Señor Arzobispo |
El
arzobispo montó en cólera. No tanto porque no asistieran a sus bendiciones como
porque la rebelión fuera encabezada por una mujer, Adriana Lastra, delegada del
Gobierno.
En
la homilía-mítin tuvo la desfachatez de traer para sus argumentos una estrofa
de un cantautor que no comulga con sus ideas. Para que no use el nombre de
Serrat en vano al final de esta columna se adjunta la canción “Los macarras de
la moral”, que habla muy en serio de esta tropa vestida, -cito aquí a La
Trinca, “Mi colegio”-, “con esa bragueta inmensa, de cuerpo entero”-
Saca
el sr. arzobispo a pasear su gigantesco ego para señalar que él no es indocto,
“parece que no son suficientes dos licenciaturas y un doctorado”, al contrario
que esa iletrada chusma proletaria que lo critica. Pasa al asunto al que venía:
“Bien sé yo que este púlpito no es una tribuna para debates políticos, ni el
palenque de la arenga mitinera, ni la barra de un chigre…Este púlpito no tiene
detrás unas siglas políticas”, afirmó el prelado. Pero las tiene al lado, el
líder de la ultraderecha había prometido estar en Covadonga, en solidaridad;
andaba por América, no le dio tiempo, porque no se puede repicar y estar en la
procesión. En su ausencia otros de los suyos aplaudieron.
El
arzobispo “no habla de política”, pero cada viaje carga contra los ecologistas,
contra las leyes del Gobierno, contra los diferentes modos de ver la familia,
llama mentirosos a los políticos de izquierdas y se olvida de las corrupciones
de la derecha, cuyos argumentarios usa para referirse a la cuestión catalana.
Bendice
a la juventud que reza, “no son mojigatos pacatos en sus reboticas
acomplejadas”, para decir que es gente pulcra que los actos recoge sus basuras,
no como los que van a los conciertos de rock y otros gamberros greñudos mal
hablados.
Pero
su enemigo fundamental es el histórico, esa aliada del demonio: La Mujer. No
hay día que no coloque adjetivos a los avances feministas, ni que se oponga a
cualquier aspecto que permita a las señoras ser libres. Desde el fin de la
Dictadura para acá el clero se ha opuesto a lo que se llamaban “relaciones
prematrimoniales”, o sea, nada de sexo sin ser bendecido por ellos, tan
expertos en el tema que obligaban a las parejas a realizar cursillos
prematrimoniales en la parroquia. Maldijeron que se despenalizara el adulterio,
que se legislara el divorcio, prohibieron los anticonceptivos, demonizaron la
píldora del día después, predicaron que su dios nos castigaba con el SIDA,
luego con la pandemia del 20, por promiscuos y promiscuas…
Recientemente
ha habido cambios en la jerarquía de la iglesia astur. El anterior abad de
Covadonga ha pasado a ser el número dos del escalafón, en detrimento de Fernández
Sangrador (bonito apellido para quien cada día oficia la misa sobre la vera sangre
de su Jefe). Antes de ser ascendido Don Adolfo Mariño Gutiérrez pregonó la
Semana Santa gijonesa, evento con patrocinio de empresas y Ayuntamiento. En el
esmerado folleto propagandístico se explica: “Es admirable que en aquel tiempo
donde que la mujer tenía una valoración y consideración muy secundaria en los
relatos de la Pasión…ocupen un lugar un protagonismo muy significativo”. (La
falta de concordancia pertenece a su autor, párroco de San Pedro) ¿Lo cuálo?,
pregunto sorprendido; pues éste es el brillante papel femenino, “el grupo que
seguía a Jesús para servirle, que estaban en el Calvario y que miraban
desde lejos”.
Pero
el Señor Mariño, antes abad, ahora Vicario General, va más allá. Con una osadía
y una falta de respeto similar a la del arzobispo con Serrat no se le ocurre
mejor cosa que citar en el pregón a Rosario Acuña.
Doña Rosario Acuña y Villanueva (1850-1923) es descrita por su principal estudioso, Xosé Bolado, como “masona, republicana y librepensadora”. Yo añado, a la luz de sus textos, “y atea militante”. Escribe en 1886: “El primer destello de la libertad que lucirá sin nieblas será el que se esparza cuando se hunda el confesionario”.
Tanto
que sufrió persecución por parte de obispos y acólitos. La Chispa era un
semanario católico que afirmaba “no consideramos prudente ni lógico que las
mujeres intervengan públicamente en cosas que deben ser del exclusivo dominio
de los hombres”, refiriéndose a una huelga. Pues bien, ese mismo periódico
encabezó la ofensiva contra la obra de teatro de Doña Rosario “El padre Juan”.
La
obra se representó el 3 de abril de 1890 con notable éxito, si bien después de
una durísima carrera de obstáculos. El mandamás del clero consiguió en
principio que se prohibiera la representación; conseguido el permiso, no había
manera de conseguir teatro ni cuadro de actores que la representara. Publica La
Chispa: “Tiene historia este drama, pues no encontrando quien se encargara
de sacarlo a la luz pública, tuvo su autora (no crean ustedes que sea autor) que
alistar gente y formar compañía para que le diesen a conocer”.
Efectivamente, perseverante en la pelea, Acuña contrató teatro, formó compañía y hasta cosió el vestuario, para rechinar de dientes de sus católicos adversarios. Periódico La Justicia/La Unión Católica: “…la vergüenza de sufrir lo que tenemos; es decir, de sufrir a la Rosario Acuña escribiendo dramas en vez de hacer calceta”.
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Portada de El Padre Juan |
Como
se dice, la representación fue un clamoroso éxito; pero sólo hubo una, el
Gobernador Civil cedió a las presiones eclesiásticas y prohibió la obra. El
libro siguió vendiéndose bastante bien.
La
manipulación de Serrat por el arzobispo Sanz queda desvirtuada en la propia
letra de la canción, “Sin prisa, pero sin pausa/esos carcamales/organizan sus
cruzadas/contra el hombre libre…Si no fueran tan terribles/nos darían risa/Si
no fueran tan dañinos/nos darían lástima”.
El
Vicario General Mariño no sé si escribió el pregón desde la osadía, desde la
provocación a las señoras que cada año acuden a la escuela de verano Rosario
Acuña…O desde la ignorancia, porque la masona, republicana, librepensadora y
atea dejó escrito en su testamento:
Habiéndome separado de la Religión
Católica por una larga serie de razonamientos derivados de múltiples estudios y
observaciones conscientes y meditadas, quiero que conste así, después de mi
muerte, en la única forma posible de hacerlo constar, que es no consintiendo
que mi cadáver sea entregado a la jurisdicción eclesiástica testificando
de este modo, hasta después de muerta, lo que afirmé en vida con
palabras y obras, que es mi desprecio completo y profundo al dogma
infantil y sanguinario, visible e irracional, cruel y ridículo, que
sirve de mayor rémora para la racionalización de la especie humana.
Deja
luego instrucciones precisas acerca de su entierro, que se entreguen los gastos
previstos del sepelio a viejos, niños y “sobre todo” ciegos, y acerca del
cuidado de sus animales.
Voy
a cerrar el artículo haciendo referencia a un crítico del propio credo de los
osados mitineros cristianos. En 1757 escribe el presbítero Alexandre Xavier
Panel un opúsculo publicado en Amberes, en la casa editorial R. de las Rosas, titulado
“La sabiduría y la locura en el púlpito de las monjas”. Censura en él los
excesos oratorios de los lanzadores de homilías, “En vez de predicadores
tenemos rábulas, charlatanes, papagayos, delirantes, vocingleros…que quedan
después muy pagados de su fervor porque gritó con ellos y como ellos el pueblo
en sus actos de contrición; porque se asustó la vieja, malparió la embarazada o
se desmayó del susto una doncella”.
Les
recomienda contención, hablar directamente al pueblo llano en sus términos y no
para los príncipes y poderosos; dice que son ridículos y denunciables al Santo
oficio ¡por herejes! puesto que, citando a un jesuita, se pregunta “¿Habrá
padecido jamás la Iglesia una persecución más cruel que la que hoy sufre entre
nosotros a causa de estos predicadores?”
En
esta Asturias nuestra no se puede hablar de persecución, -aunque el arzobispo a
veces lo afirma-, pero los datos estadísticos apuntan hacia que la gente no
quiere formar parte del rebaño de Yahvé; ni va a misa, ni se confiesa, ni se
casa sacramentalmente, ni bautiza a la infancia. Niñas y niños dan religión en
la escuela por la fiesta de disfraces y regalos de la primera comunión, pero en
secundaria no quieren oír hablar de leyendas hebreas. Desciende la clientela y
la mano de obra para atenderla; los datos vienen del propio Vicario General:
cuando él se ordenó, en 1979, había en esta comunidad 750 sacerdotes, hoy día
250. Eso sí, con una cabeza asaz ruidosa; sobre sus mítines en Covadonga dijo
Mariño “reconozco que me ponen nervioso”.
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