No había tratado nunca con él, cuando acabó la intervención
pregunté el nombre y luego fui a decirle que me había quedado con una frase de
su intervención. Javier Melón es el presidente de la organización Late Asturias (Los amigos de Thionck Essil),
en su saludo de apertura en la fiesta anual que se celebra en el Tendayu del
Pueblo de Asturias (Gijón) vino a decir: “Me gustaría poder vivir doscientos
años para ver llegar al Musel un crucero de turistas africanos”.
Documento español de venta de esclavos en Perú |
Largo me lo fiáis, dijo el poeta. Ciertamente, el nivel de
subdesarrollo de los países africanos hace impensable ver tal suceso en un
plazo corto. De ese atraso técnico y económico somos responsables los europeos,
que desde el siglo XIX entramos a saco en sus riquezas naturales; centurias
antes habíamos esquilmado las humanas, con los barcos negreros.
No se piense Usted que ese asunto fue cosa de ingleses sin
escrúpulos, el mismo nivel ético tuvimos los españoles y cualesquiera otros
europeos. En la Península posiblemente dejara de haber esclavos en el XVIII,
pero se mantuvo la inhumana industria en ultramar; no se abolió la esclavitud
definitivamente hasta 1880, aún con mucha “gente de bien” oponiéndose a ello y
faltando apenas nueve años para que se independizaran las últimas colonias. En
el caso concreto de Asturies, fortunas como las del Marqués de Comillas, que
luego devino en un muy católico empresario minero, estuvieron amasadas con los
barcos negreros; línea regular de Guinea a América, que luego sirvió para llevar las tropas coloniales a la guerra de Cuba.
Después se fue descolonizando aparentemente, pero dejando
unas fronteras artificiales, las empresas controladas y las personas sin
formación. Presuntamente liberados en lo político, económicamente están en
manos de las multinacionales que siguen esquilmando los territorios, y
originando guerras cuando los acontecimientos les son desfavorables. Sobre el
primer aspecto, solamente a título orientativo, un dato: Informaba Victoria
Bracquehais en una reciente conferencia en Oviedo, que en su querido Congo el
87% de los beneficios de la minería se iban al exterior.
Estos días hemos hablado de Senegal. En el Centro de Creación
Escénica Carlos Nóvoa de Langreo, se presentó el proyecto El reino de los niños, que se construye a partir de la asociación
entre Los niños de la lata de Terrasa
y Teranga Extremadura; una buena
idea, la coordinación entre dos pequeñas organizaciones. Su objetivo es acoger
a los niños talibés.
Los talibés son
pequeños varones que sus familias entregan a los santones que allí llaman marabús para su educación en las daras, escuelas coránicas. La obra es
titánica, porque se calcula, sin estadísticas fiables, que pueden estar en esta
situación 200.000 niños.
En realidad, no aprenden nada práctico en las daras, porque lo único que hacen es
recitar el Corán en árabe clásico hasta que lo aprenden de memoria; a
continuación salen a la calle con una lata, a mendigar, para entregar al santón
el dinero recaudado al final de la jornada. Para que no falte de nada, tienen
un objetivo de limosnas diario, a riesgo de ser severamente castigados si no
cumplen.
El marabú no se
preocupa de ellos en cuanto a la educación, el alimento, el vestido o la salud;
es más, no le conviene que los niños tengan buen aspecto, cuanto más miserables,
más pena más limosnas. Magatte, sonriente senegalesa, dice:
“No son las madres las que entregan a los
hijos, son los padres, para quitarse la carga en casa. No me gustan los marabús;
mi madre acogía a los niños y les daba de comer”. Ésta es la función que
intentan hacer con El reino de los niños;
tienen una casa que quieren convertir en hogar auténtico, donde los forzosos mendigos
son acogidos a primera hora de la mañana, se duchan, se ponen ropa limpia, desayunan,
y estudian algo. María José Caro, de Teranga
Extremadura: “Misteriosamente la ropa
desaparece; traemos maletas y maletas cada vez que volamos desde España, o
compramos aquí en el mercado de segunda mano, pero luego se lo quitan, dan más
pena con harapos”.
En Langreo el viernes, 21; el sábado en Avilés y el domingo
23 en Gijón, en la fiesta de Late Asturias, que dedica espacio a otros pueblos
de África, como el saharaui. Hay voluntariado dispuesto a montar la delegación
en Asturias. Tienen mucha tarea por delante. “Realmente la mendicidad está prohibida, pero hacen la vista gorda; la
mezcla de religión en los asuntos del Estado lleva a estas cosas; los marabús
tienen prestigio social. Debe decirse que no todos abusan de la infancia”.
Otros viajeros a Senegal me cuentan que la figura del marabú es en general muy respetada, es
un líder en su comunidad al que se le consultan asuntos públicos o domésticos. Es
una institución que procede del modo de producción agrícola; a cambio de las
enseñanzas coránicas los niños de las aldeas ayudaban al jefe en las tareas del
campo. Pero en momentos de sequía empezaron a producirse movimientos migratorios
a las ciudades; en ellas no hubo otra forma de sobrevivir que la mendicidad,
que da buenos resultados porque el Islam aconseja a sus fieles la limosna y las gentes
senegalesas son solidarias.
No es asunto que nos coja de nuevas, en España fue normal enviar
a la infancia a la vida laboral en cuanto tenía uso de razón; niños trabajando
en las minas con doce años formaba parte del paisaje habitual asturiano. La
República intentó cambiar las cosas, construyendo escuelas de manera masiva y
regulando el acceso de los niños al mercado laboral; aunque las necesidades
familiares llevaban a los padres a falsificar la edad para emplearlos pronto.
¿Cómo se puede solucionar todo esto? La Administración
española, al igual que la Unión Europea, dispone de fondos para la Cooperación;
lo que hace falta es que no se gasten, sino que se inviertan; es decir, que no
sirva para que políticos y funcionarios hagan viajes a países exóticos, sino
que se construyan proyectos de formación y de producción que haga innecesarios
los viajes en patera. Y en eso deben jugar un papel importante los propios
ciudadanos africanos.
“Los marabú nos
vigilan para que no eduquemos a los niños a la europea”. No me extraña, yo
también procuraría que no sustituyeran una religión por otra, o que no los
educasen en un sistema económico como el nuestro, cuya principal norma moral es
el enriquecimiento individual, a costa de robar y engañar al prójimo. Los
ciudadanos senegaleses que viven en Europa son los que mejor perspectiva pueden
darnos, conocen las dos caras de la moneda, a ellos corresponde
fundamentalmente, más que a salvadores blancos, conseguir que sus autoridades
se preocupen de cambiar la situación de estos niños.
Miguel Hernández, “El niño yuntero”, tan próximo todavía:
Cada día nuevo es
Más raíz, menos criatura,
Y escucha bajo sus pies
La voz de la sepultura.
¿Quién salvará a este chiquillo
Menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
Verdugo de esta cadena?
¡Que salga del corazón
De los hombres jornaleros!
Que antes de ser hombre son,
Y han sido niños yunteros
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