No pertenecían a dos
nobles familias de Verona, pero la tragedia que protagonizaron nos concierne a
todos; tampoco va a ganar Germán el Premio Nobel de Literatura, precisamente
por eso ha sido para mí un honor presentar su libro.
El Círculo Republicano
de Langreo organiza una vez al mes Los
Lunes del Ateneo, en
colaboración con el Club de Prensa de La Nueva España. En la sede de la
sociedad autogestionaria La Semiente, en L’Entregu, se hizo la presentación de
“Cazados. Una aciaga historia. Popo y
Josefina”, la última obra de Germán Mayora García (Lena, 1941), veterano de
la reivindicación republicana y en la Memoria Histórica.
Nos introduce muy
bien en el tema el prólogo del amigo Ernesto Burgos: “En ocasiones, la niebla baja de repente sobre los montes de Lena.
Cuando menos se le espera llega como una ola enorme y triste…Existe otra
niebla, que avanza más despacio y nos va cubriendo con tanta discreción que
apenas la notamos, pero la oscuridad que ésta deja, ya no se levanta
nunca…últimamente una parte de la sociedad española parece afectada por un mal
parecido: los episodios que nuestros
mayores recordaron durante décadas en voz baja, se van perdiendo en los
pliegues de la historia y hay quien está interesado en que así sea…”. Sin
embargo hay quienes, con constancia y paciencia, como el caso que nos ocupa,
nos ponen ante los ojos lo que nunca debemos olvidar.
Una pareja joven, con
la entrada de las tropas de Franco, tiene que huir al monte. Germán nos relata
las circunstancias, nos retrata el entorno geográfico y humano y nos pone por
escrito los testimonios, antes de que desaparezcan quienes lo vivieron. La
colaboración de las personas que sufrieron aquella época oprobiosa fue
fundamental para el desarrollo del trabajo; incluso un ciudadano aporta un
mapa, tan rudimentario como eficaz, con la ubicación exacta de la cabana; que, por cierto, ha sido
destruida recientemente por un incendio, de causas desconocidas.
Incluso,
como en toda buena tragedia, hay margen para el matiz cómico, como la historia
del burro-bomba, que ya fuera glosado en verso por Rafael Alberti: Para
desalojar a los facciosos de sus posiciones recurren los milicianos a cargar de
dinamita un asno, al que arrean contra el enemigo; en cuanto dejó de sentir la
tralla sobre el lomo, volviose el animalito, en su querencia natural, camino de
casa con alegre trote, para gran espanto de los inventores de la trama. No
tuvieron más remedio que disparar contra él, para que no les reventara la carga
en sus propias narices.
De todas formas pesan más en el balance las amarguras
de unos años terribles. La detención y vejación de la hermana de Josefina,
incluso por sus antiguas compañeras de juegos infantiles, para que declare
dónde se esconden los fugados; infructuosamente, porque lo desconocía. O el
fusilamiento, con idénticos propósito y resultado, del padre de Popo.
Por fin,
las huellas sobre la nieve de la persona que los ayudaba a mantenerse por el
invierno, dan una pista a un delator, se forma la cuadrilla de asesinos y los
rodean en su escondite; ellos prefieren matarse a entregarse, -en un final bien
novelado por Germán-, para desilusión de sus perseguidores. Aún así exhiben su
rencor con los cuerpos chamuscados ante la fuente de la aldea; los vecinos los
conducen en un carro de bueyes al cementerio, el cura les niega sepultura en
sagrado, y como todo rastro, sin citar por escrito nombres ni circunstancias de
muerte, el enterrador deja constancia de que allí están “los de Don Arturo”, en referencia a un tío.
La Asociación por la
Memoria Histórica tiene acreditadas las desapariciones de 436 personas en Lena,
en la represión que siguió a la victoria de las tropas franquistas; es el
municipio de Asturies con mayor número de enterramientos en cunetas de la
carretera. Recurre Germán en el libro a los poemas de su amigo Gonzalo Adrio,
que fuera senador, que sufrió la terrible experiencia de ver asesinar, cuando
él era un niño, a sangre fría, ante sus ojos, a su hermano:
Sin odio, sin rencor,
Pero el recuerdo vivo…
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