Me adoptó. Cuando uno llega al territorio de un gato no sabe si va a ser aceptado; yo tuve suerte, Marta tenía las obras escogidas de Feijoo y me puse a ojearlas, se sentó a mi lado y estuvimos juntos viendo la prehistoria de la Ilustración. Posiblemente me considerara un humano pacífico, porque, al contrario, cuando vio aparecer a Santidós, en aquella época con seis años, se esfumó y no hubo forma de dar con él hasta que se acabó la visita. Privilegios de gato, ¿cuántas veces no tiene uno que soportar visitantes indeseados? Como tantos jóvenes asturianos se convirtió en “leyenda urbana” y tuvo que emigrar. Nos tocó llevarle en avión, que no le gustó nada; no sirvieron de mucho los calmantes, lloró algo, pero se portó como un cuadrúpedo valiente. La vida en Palma le resultó grata, incluso engordó más de la cuenta. Puede que no le gustase que lo comparara con Garfield, pero jamás me reprochó la broma. Después de lo de Feijoo compartimos más lecturas, de todo tipo, vivía
El sol ilumina Cuturrasu antes que nada en Langreo. En una mesa electoral en 2011 nacieron estos apuntes. Literalmente de la aldea al mundo