Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2020

Encierro. Estropajo.

¡Voy lavate la boca con estropajo! Era la amenaza de mi abuela (la mala) cuando se me escapaba alguna palabra inadecuada. Sargento de semana sin bigote, manejaba su casa con mano de hierro; otras expresiones habituales eran ¡Voy ponete les uñes en la chapa la cocina! ¡Vas dir a buscar la cara a un baile de apaches! Recomendaciones suficientes para que las aguas de la revuelta infantil volvieran a su cauce. Luego, el paso del tiempo hace a las abuelas más pacientes, sobre todo porque los niños se tornan más razonables, van madurando. Algunos, porque el Emperador que nos ha tocado en desgracia está empeñado en dejar una huella imperecedera en todos nosotros, a base de hacer el bárbaro. Don Donald Tramposo ha tenido la desvergüenza de hablar de irracionales remedios caseros contra el virus que nos mantiene encerrados. Consecuencia inmediata: envenenamientos.  El guion de la tira cómica de Pablo García y Rogelio Román publicada en La Nueva España podría haberlo firmado m

Encierro. Tragedia.

Hoy es 23 de abril, para las celebraciones oficiales Día del Libro; en mi casa, desde hace decenios Sant Jordi, el Libro y la Rosa. Para cumplir con la tradición, habida cuenta de que las librerías están cerradas por culpa de una corona, -que como todas trae virus patógeno-, debería haber comprado por Internet. Me niego. Reconozco que estuve tentado a ello, sin embargo, descarté la posibilidad en minutos. ¡Vas a comparar! El placer de entrar en la librería, saludar, preguntar por algunos temas que ya traía previsto y luego revolver a mis anchas, tocar los libros, hojearlos, olerlos. Ni punto de comparación. Así que vamos a celebrar la fecha con esta página y ya nos desquitaremos en cuanto nos den la condicional. Araceli Fernández Rojo es bibliotecaria en Riañu, -Langreo-, o sea, es de esa especie sufrida, trabajadora y consciente que con pocos medios hace mucho por la Cultura. Me pidió que grabara un vídeo breve; ya que no habrá actos presenciales que al menos los haya v

Encierro. Salud.

Es como si se nos hubiera olvidado, resulta que ahora nos dicen que hagamos el favor de lavarnos bien las manos; a los niños se les enseña a esmerarse en el aseo. ¿Cuándo hemos dejado de hacerlo? Ha tenido que venir un ser microscópico, un bicho que no podemos ver, a decirnos que somos unos engreídos y debemos tomar en consideración medidas elementales. Desde que la Humanidad se volvió urbana, generó normativas elementales de higiene; en el ritual de la cena de Seder, la más importante del Pesaj (Pascua) hebreo, se ordena lavarse dos veces las manos; la primera al acercarse a la mesa, la segunda al empezar propiamente a comer. Ese hábito de la liturgia judía lo ejecutan a diario los curas católicos. Los musulmanes tienen por obligación lavarse las manos antes de la comida; para entrar en la mezquita deben dejar afuera el calzado y hacer abluciones en la fuente exterior. En la escuela de los años 40 y 50 se insistía en la higiene, porque aún campaban por España preocupante

Encierro. Muerte.

Es nuestro futuro pluscuamperfecto, la muerte; el único destino cierto, cada paso que damos en nuestra existencia es un avance a la postrimería; por eso no puedo entender a las personas que acumulan, a costa del sudor ajeno, fortunas que no gastarían en siete vidas. El saber popular lo deja bien claro, dice un refrán catalán que “los sudarios no tienen bolsillos”. Cuando empezó todo este telar que nos mantiene encerrados se produjeron dos fallecimientos de esos que tienen derecho a necrológica en los diarios. Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, V Marqués de Griñón, de familia “noble”, amigo del rey jubilado, pluriesposado, y Lorenzo Sanz, ex presidente del Real Madrid, ganador de títulos balompédicos. Después fueron cayendo famosos y famosillos, de donde se demuestra que la salud es de todos o no es de nadie; un virus que sale de un sencillo mercado de ganados en una ciudad que no sabíamos poner en el mapa, acaba con personas a quienes sus dineros no han podido proteger.  Lo

Encierro. Vecindario.

“¡Tienes que sacarme de aquí. Llevo seis semanas que no hago otra cosa que mirar por la ventana!” L.B. Jefferies (James Stewart) se lo pedía a su editor en “La ventana indiscreta” (Hitchcock, 1954) Un reportero gráfico accidentado, sin poder moverse de la silla de ruedas, se entretenía con las vidas de los vecinos. Una magnífica película con una secundaria de lujo, Thelma Ritter (Stella) y una decorativa Grace Kelly, en el papel de Lisa Carol Fremont. Claro que no hace falta romper una pierna para estar mes y medio enclaustrado, basta con un ser microscópico, un pequeñísimo virus revoltosillo; y aquí estamos, mirando en ocasiones desde el balcón que da al sur. Como madrugo, los primeros seres que veo son las palomas; arriba en la foto, aparecen tan disciplinadas que guardan la distancia de seguridad que aconseja el Gobierno. Vienen puntualmente a desayunar los mendrugos de pan que les tiran algunas almas caritativas desde las ventanas, para que luego dejen los restos inte

Encierro. Estulticia.

En este mal sueño que vivimos hay una parte de espectáculo insufrible, agravado por este invento, unas veces angélico, otras demoníaco, según cómo se use, que son las redes sociales. Estulticia : Necedad, tontería (RAE) . Como la de estos recién matrimoniados en Italia, que se retratan con sus mascaritas. Después de la foto, ¿se han retirado a casa y guardan entre sí metro y medio de distancia? Hemos pasado de ser celosos de nuestra intimidad, incluso protegida por las leyes, a exhibirnos impúdicamente; todo el mundo tiene acceso a nuestras más personales estupideces. Se pueden leer toda clase de opiniones, de teorías sobre la génesis de este brote vírico, pero seguramente lo más peligroso es lo que viene de aquellos que ofrecen la solución en las curas y en los curas. Curas mágicas, por ejemplo, inflarte a comer ajo, o llenarte de vino o de aceite de oliva. No sé el caso del ajo, pero acerca del caldo de uva os recuerdo que hace unos días los cosecheros se estaban plan