Conseguí probarla al segundo intento. Su sola
presencia sobre la mesa me evoca la amabilidad, la hospitalidad y el cariño de
María José, ciudadana de Mansilla de las mulas exiliada en Pucela por motivos
laborales.
Hace un poco menos de un año me acogió cuando un grupo
de caminantes íbamos en ruta a Madrid, exigiendo medidas contra el paro y la
precariedad. A la mañana siguiente me
quedaron las magdalenas de la panadería de Villanubla sin cargar en la mochila.
Lo sentí. Esta vez acogió a Paco Robles, ese niño de la Guerra de casi 93 años,
de paso por Valladolid, presentando el libro que cuenta parte de su vida. Nos
trajimos las magdalenas, que, ciertamente, son magníficas.
Proust en Por el
camino de Swan evocaba sentimientos mojando la magdalena en té. Yo creo que
estos dulces mejoran con el café; en casa no somos muy de repostería, han
durado unos días, no por ello ha sufrido menoscabo el producto, siguen
regalándonos el paladar cada mañana.
No me ha llevado su sabor a la infancia, sino otro
objeto con el que desayuno, el periódico; las noticias sobre las riadas del
Nalón, que parecían haber desaparecido, ahora que la cabecera está regulada por
un embalse. Sin embargo, la Naturaleza sigue demostrando su poder, se ha
llevado por delante todo aquello que ocupaba el espacio lógico del río. Los
agricultores exigen parapetos; si plantas en una isla, ¿quién puede garantizar
seguridad? Si ocupas la ribera, ¿quién duda de que puede darte un susto el
cauce descauzado?
Como en mis años de escolar, el vecino Nalón ha puesto
en peligro los puentes. La pasarela de la central térmica ha sido derrotada
esta vez por las aguas y la factoría está parada. Mientras tanto la Señora
Delegada del Gobierno asegura que no es por desidia de las autoridades, por
falta de mantenimiento, que las aldeas se inundan; dice que en cuanto llueve un
poco, “todo el mundo opina; hay
mucho listo y mucho ingeniero hidrológico, hidrográfico o algo”
Vaya. ¿Hidrológico o hidrográfico? Ya lamento que la
Señora Delegada dude, aunque en lo otro se la ve muy firme; “ellos” no tienen
culpa. No es eso lo que opinan las personas de los pueblos afectados, ni sus
alcaldesas ni sus concejales, que llevan tiempo exigiendo la limpieza de los
cauces que no se hace desde 2015.
Equipo de gobierno municipal, Confederación
hidrográfica y Gobierno de la Junta deben ponerse de acuerdo y actuar con
rapidez para evitar males mayores. Aunque tengo mis dudas, si se dedican al “yo
no he sido”, tan propio de Bart Simpson. Y digo esto, no solo por la Señora
Delegada, sino por la generalización de actitudes tan insensatas como echar la culpa de los males públicos no
a su gestión, sino a la ciudadanía. Hace unas semanas, el Vicealcalde de
Langreo sugería que las deficiencias de limpieza en las calles venían a ser
porque tiraban papeles al suelo los simpatizantes del PSOE, enemigos de su
impoluto mandato.
Y es que nos toman por bobos, la verdad. Al día
siguiente, la Directora general del
control ambiental, aseguraba que son exageraciones de ecologistas ociosos las
preocupaciones por la calidad del aire. A la misma hora que ella hacía esas
declaraciones, entrábamos en Ciañu: una nube emitida desde la Química aumentaba
el efecto de la niebla, y nos regalaba un olor apestoso, inconfundible; en uno
de los chubasqueros quedó una pátina de cierta sustancia gris que no se fue ni
con la copiosa lluvia caída posteriormente.
En esta especie de campaña electoral perpetua que
sufrimos, seguirán dándonos a comulgar ruedas de molino; ni una pienso
perdonar, no me queda paciencia para tanta estulticia. Las magdalenas trajeron
a Proust evocaciones infantiles, ciertos políticos mediocres siguen empeñados
en mantenernos en la tierna edad, con cuentos y leyendas. Claro que hasta de
las catástrofes se puede sacar beneficio; recomiendo que no se retiren las
maderas que han naufragado a la altura de Los Llerones, así habrá combustible
para les fogueres de San Xuan.
Comentarios
Publicar un comentario