Es una especie de letanía.
Todas las veces que oí a “los niños” contar su aventura, o que leía sus
memorias, repetían incansablemente, “¡Y eso que era solamente por tres meses!” Se
acaban de cumplir 80 años desde que un
mes de mayo salieron de Santurce huyendo del hambre y de las bombas;
muchos de ellos se quedaron en el Reino Unido para siempre.
La celebración del
octogésimo aniversario fue en el Meliá White House, de Londres. Nosotros
estuvimos allí gracias a la hospitalidad de nuestro amigo Paco Robles, natural de
Mansilla de las mulas; pertenece al
colectivo de “los niños vascos” aunque él sea de León, la industria siderúrgica
había traído al Bilbao de 1937 gentes de esa región como de Aragón, de
Andalucía, de Galicia…
Antes de que dejen de estar
entre nosotros han querido cedernos su memoria; escrita y grabada, conscientes
de que ya les puede empezar a escasear. Cuando embarcaron huyendo del terror
los más jóvenes tenían siete años, por lo que es lógico que a las comidas
anuales “cada vez vengan menos”. Pero van llegando los hijos, las nietas, las
bisnietas. Algunos han perdido la lengua, otras la han recuperado, de una
manera emocionante. Sofía, muy joven, habla un castellano correctísimo; ha
venido vestida con el traje de arrantxale,
de pescadora vasca. Le pregunto cómo ha hecho para mantener la lengua y me
explica que cada verano vuelve a Vizcaya, tiene allí una pandilla que le
permite mantener ese acento inconfundible. “Ahora quiero aprender el euskera”.
Le digo que le resultará un poco más complicado; sonríe, confiada a su tesón.
Estamos en la celebración
cien personas; el menú muy a la española, y a los postres discursos. Alguien,
de manera jocosa, pide a Simón Martínez que hable en castellano; saben que no
lo maneja bien. Otra va más allá y exige: “¡En euskera!” Se traduce a lengua
española para quienes no dominamos el inglés; el euskera no se hace necesario.
Brindis, música y canciones regionales a
capella. Martínez viene de Sheffield, que es como Langreo, pero en grande, con factorías de acero cerradas; en su mal castellano y mi inglés de Cuturrasu prometemos seguir charlando.
Una “niña” se siente un poco aturdida; la emoción, la edad, el
calor de la sala y “un vinillo que me he tomado”; aire fresco y como nueva. Nos
cuentan todo el despliegue informativo que han soportado en estos últimos
meses: la BBC, la ETB vasca, el diario El Mundo, El Ibérico, -publicación
quincenal en Londres-, el Diario de León, en la persona de Ana Gaitero, que nos
acompaña.
Luis Santamaría y Lala Isla |
Natalia Benjamin firmando ejemplares |
Este trabajo, que publicaré
en varios capítulos, para hacerlo más manejable, está basado en las
conversaciones con algunos de los protagonistas, pero, fundamentalmente en las
historias que Francisco Robles Hernando, -hijo de Germiniano y de Martina, que
en este mes de junio cumplirá 91 años-, me ha ido contando; y en los libros y
películas que se irán relacionando. En este sentido es de agradecer el esfuerzo
de personas como Lala Isla,
-casualmente leonesa también-, que los convenció para que plasmaran sus
vivencias en el papel, Aventuras de la nostalgia. Tom
Buchanan, del Kellogg College, Oxford, aseguraba que él se encontró con la
historia de “los niños” con motivo de sus investigaciones doctorales; de
similar procedencia es Adrian Bell, que publicó Only
for three months, del que existe versión en castellano.
No parecía que
el asunto desbordara los medios especializados, universitarios o sindicales,
hasta que Natalia Benjamín, hija de una de las maestras que acompañó a
“los niños”, se decidió a reunirlos; desde 2002 existe The Association for the UK Basque Children (BCA’37 UK) www.basquechildren.org.
Y también a poner por escrito sus recuerdos en edición bilingüe, Recuerdos:
Basque children refugees in Great Britain. A la hora de dedicarnos el
libro manifiesta dificultades,- “lo hago mejor en inglés”-. No son sólo
lingüísticas, sino físicas, el Parkinson la martiriza; pero es firme en su
idea: Esta historia will never be forgotten, jamás debe ser olvidada.
Próximo capítulo: Guernica.
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