Fue emocionante, todavía se me atragantaba el recuerdo cuando por la noche llamaba a casa. La última vez que estuve en Ciñera había sido para enterrar a seis mineros, asesinados por el grisú. Aquel día en que una mujer, en la iglesia de Sta. Lucía, se encaró al facultativo jefe y le espetó: "¡Ojalá que nunca duermas!, que cuando cierres los ojos te encuentres con estos cadáveres y el dolor de estas familias”. Aquellas otras mujeres mayores que ya, de tanto dolor, no tenían lágrimas...
Pensaba en todas
estas cosas desde que me dijeron que nuestras anfitrionas serían las Mujeres
del carbón. Salieron a recibirnos al puente, nos abrazaron y nos besaron con un
entusiasmo que nos desbordó. Nos aplaudieron, llamaron a la gente de la calle
para que se sumaran a la manifestación y nos llevaron hasta la Plaza de la
Iglesia para hacer una asamblea, en la que estuvieron hasta los niños y las
niñas del pueblo. Nos dieron la bienvenida, espontáneamente, por los
marchantes, tomó la palabra Agustín de la joven Asociación de pensionistas de
Gijón, "cuando me planteé esta marcha tuve como objetivo llegar por lo
menos a Ciñera; las imágenes de la toma militar en la última huelga minera, la
resistencia de todo el pueblo que pudimos ver me obligaban a venir a veros; mi
objetivo está cumplido..." Saludos de Zana, prejubilado de la Hullera,
-el presidente de la Junta vecinal no ha podido asistir por enfermedad-, y a
comer; unas maravillosas patatas con costillas regadas con agua de la fuente
del pueblo, y de postre orejas "de una señora de aquí, de Ciñera", y
mistela.
Los aplausos a estas mujeres jamás fueron tan entrañables (salidos de
las entrañas).
Habíamos remontado la
etapa reina, Puente de los Fierros-Busdongo, a un buen ritmo, -cinco horas-, y
sin bajas. El amanecer en la Pola Lena no traía buena cara: los pronósticos meteorológicos amenazaban con vientos de 120 km/hora y nieve; la llamada a la
estación de esquí de Pajares era para peor: con la que había caído en la noche
“era de suicidas”, decían, hacer el
puerto a pie. Pero había que intentarlo, pasar la raya de Pajares contenía una
buena parte del simbolismo de la columna asturiana. A las 9’15 el termómetro
vagueaba, aunque, cuando menos, ni llovía ni venteaba. Fue respetándonos la
climatología, el fresco resultaba agradable para la marcha, a mitad del esfuerzo
salió el sol y era una gozada el paisaje, “¡Mira,
la Mesa!, llámenla así por la forma, no ves que ye plana por riba”. “¡Vais a
necesitar dos vides pa ver tantes fotos!”; no se puede dejar de disparar
con este marco.
La Marcha obstaculiza
el tránsito de vehículos, los motores, los embragues, en velocidades cortas y
con las rampas del puerto, sufren lo indecible; la Guardia Civil no hace bien
su trabajo y es la propia columna la que tiene que buscar zonas para dar paso.
Se genera un curioso debate en las huestes andariegas: ¿se irrita a los
conductores contra la Marcha?, ¿deben aguantarse y ser más solidarios? En
general, yo creo, la gente toca las bocinas para animar, excepto los del Audi
negro matrícula 5___-G__, del que se baja un jovencillo, fácilmente identificable
por la ropa en cuanto a su procedencia social, para presionar a la Benemérita, que
no le hace más caso que a los caballos asturcones que nos acompañan por el
prado de la derecha.
Durante unos centenares de metros de rampa dura, camina a mi lado Mª
Jesús Muñiz, del Diario de León; nos conocemos de los tiempos en que el ColectivoxCristina vino a León para entregar las firmas contra la excarcelación del militar criminal que atacó
a Cristina Fanjul, preso en Mansilla de las Mulas. Entrevista a cuantas
personas se ponen a tiro, quiere una perspectiva plural. Parece que los medios
empiezan a tomarse esto en serio; están en la subida las cámaras de TPA y TVE,
un poco más allá el fotógrafo de La Nueva, me dicen que ha venido una persona de El Comercio; veremos lo que publican.
En los últimos metros
viento racheado, pero sopla de popa, o sea, ayuda. Hacemos cima y posamos para
las cámaras, las de profesionales y todas las que lleva la propia columna. Un
gracioso se pone de rodillas y besa la tierra. Todos estamos de acuerdo en que
hemos subido a un gran ritmo, la gente está preparada; solamente un par de
incidentes, un gemelo sobrecargado y una ligera indisposición en la rampa
final, solventados sin mayor drama. Bueno, y la uña de Jaime, que cambiará el
calzado.
Coches de esquiadores
a la entrada de Valgrande que se han parado, se han apeado y nos aplauden. En
Arbás empieza a nevar, ni nos preocupa, lo gordo está hecho. Un nevero imita la huella de un zapato, que es la insignia oficial de las Marchas; la Naturaleza nos saluda. Meta en Busdongo,
el cielo negro, apenas 1ºC; Casa el Maragato nos invita a vino, agradecidísimos,
Tino condecora a la dueña con la pañoleta de Adepavan. Otra parada en Villamanín, por una falsa promesa de
invitación que resulta molesta, pero aprovechamos para que se vean las
pancartas; luego los coches nos trasladan hasta la entrada de Ciñera, donde
pernoctaremos.
El alojamiento es en
el colegio público, cocina pequeña, pero con tan eficientes brazos que no se
nota (¡las Mujeres del carbón!), espacios cálidos para dormir con colchonetas
para casi todos y una sala donde hacer una de esas maratonianas asambleas donde
la gente sólo se escucha a sí misma. Con
esta tropa “si hay otra guerra volvemos a
perdela”, "nun mos mata la marcha y van a terminar con nosotros les asamblees". Se cierra la jornada con un fantástico concierto de ronquidos;
sólo y coro a cinco voces. Durante la madrugada ha habido movimientos
fantasmagóricos, pero no puedo acreditar las causas; volátiles eran, desconozco
si en estado líquido o gaseoso. Esta mañana, martes 4, cuarta jornada, hace sol
en Ciñera, aunque a alguno le cueste abrir los ojos.
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